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Historias de la Historia de Carli Claa

04/03/2012 – El último viaje del hombre de fuego

 


El último viaje del hombre de fuego

Por Carlos C. Claá *


Un día como hoy, pero de 1811, Mariano Moreno moría en alta mar.

Allá fue Moreno, el de andar torvo. Ese de mirada profunda y perdida. De boca silenciosa que podía hablar en latín, francés, inglés o español. Cuya debilidad externa e innata lo mantenía siempre enfermo, pero su fortaleza eterna de alma lo convencía de llegar hasta las últimas consecuencias para destrozar el sistema colonial. Ese era Mariano Moreno. Y allá iba, hacia su última travesía. Aunque no podía saberlo, lo sospechaba. Tanto que le diría a sus secretarios: “Algo funesto se anuncia en mi viaje”. Sabía que al embarcarse veía por última vez a su país.

Desde que terminó sus estudios en Chuquisaca y volvió a Buenos Aires, tuvo la firme convicción de que debía planear una revolución profunda para reemplazar al viejo Virreinato. Mientras tanto, del otro lado estaba Cornelio Saavedra, quien también pregonaba por la llegada de los criollos al poder, pero con un sistema similar al régimen monárquico. Lo de ellos se convirtió en una cuestión personal. Y detrás de Moreno y Saavedra se fueron aglutinando los demás, tanto que en un momento, además de patriota, se era morenista o saavedrista.

Algunos historiadores sostienen que Moreno pretendía crear un conflicto con Saavedra, mientras este último intentaba evitarlos. Pero todo cambió con la creación de la Junta Grande. Los diputados del interior querían incorporarse al Poder Ejecutivo, hasta allí solamente integrado por porteños. Moreno explicaba que un gobierno tan amplio no podría tomar decisiones. Saavedra se unió a los legisladores del interior. Se sometieron a una votación, cuyo resultado fue favorable a los saavedristas. Moreno, vencido, presentó su renuncia que la Junta no aceptó. Pero a cambio le ofrecieron una misión a Gran Bretaña para solicitar apoyo a la independencia argentina. El principio del fin.

El 24 de enero de 1811 se embarcó en la goleta “Misteloe”, en el puerto de Ensenada. Allí se encontró con sus dos secretarios: su hermano Manuel y Tomás Guido. El 25, hizo el trasbordo a la fragata británica “Fama”. “Me voy, pero la cola que dejo será larga”, le decía el político a sus amigos. No se despedía, y sin embargo sabía que estaba diciendo adiós. A poco de salir ya estaba enfermo, pero a nadie le extrañó. El siempre estaba enfermo.

Mientras tanto, en la lejana Buenos Aires, María Guadalupe Cuenca, la señorita que con 15 años había casado a Moreno en Chuquisaca, recibía en el umbral de su casa una caja cuyo contenido era más que una señal: Un velo, un abanico y un par de guantes negros.

El estado del político y abogado se había ido agravando, al punto que su hermano, preocupado, le suplicó al capitán de la nave que, por falta de médico y medicinas a bordo, se desviara a algún puerto cercano. El jefe del navío, cuyo nombre desapareció en la historia, no accedió a cambiar el rumbo.

Mariano, aquel hombre que había fundado La Gaceta de Buenos Aires, el primer periódico nacional, utilizaba sus momentos de lucidez en la fragata para traducir libros al inglés y ejercitar el idioma. El resto del tiempo se la pasaba acostado en su lecho de muerte, en el que, con la voz entrecortada daba indicaciones a sus secretarios sobre su misión diplomática.

“Su último accidente fue precipitado”, indicaría luego su hermano. “Por la administración de un emético          que el capitán de la embarcación le suministró imprudentemente y sin nuestro consentimiento”. Manuel Moreno nunca podría desprenderse de una hipótesis a la que muchos políticos e historiadores se sumarían: Mariano moría envenado por el capitán. Una danza lenta e infalible de convulsiones sobre su cuerpo debilitado de “31 años, 6 meses y un día”, según apuntó su hermano. Un intento de última confesión a sus secretarios: Perdonar a enemigos. Frases de amor para su esposa y su hijo. Y, para hacerlo aún más poético y patriota, el último “viva la patria, aunque yo perezca”. Luego la inconsciencia final. Un estado de coma absoluto del que no podría recuperarse jamás. Murió la madrugada del 4 de marzo de 1811. Su cuerpo fue envuelto en una bandera inglesa y arrojado al mar.

María Guadalupe no se dejó amedrentar por aquel obsequio. Y durante cuatro meses siguió escribiéndole cartas a su amado, que se amontonarían en Londres sin ser leídas por su destinatario. En una misiva del 14 de marzo, su esposa le escribía: «Moreno, si no te perjudicas, procura venirte lo más pronto que puedas o hacerme llevar porque sin vos no puedo vivir. No tengo gusto para nada de considerar que estés enfermo o triste sin tener tu mujer y tu hijo que te consuelen; ¿o quizás ya habrás encontrado alguna inglesa que ocupe mi lugar? No hagas eso Moreno, cuando te tiente alguna inglesa acuérdate que tienes una mujer fiel a quien ofendes después de Dios». Su amado había muerto diez días antes.

Con una previsión que sorprende para los políticos de cualquier época, el gobierno porteño firmó un contrato con un inglés, 15 días después de que Moreno embarcase y sin conocer su estado de salud, para que lo reemplazara en la misión diplomática “si el señor Moreno hubiese fallecido”, según indicaba el artículo 11 de aquel acuerdo.

Juan José Castelli y Bernardo de Monteagudo no dudaron en afirmar la hipótesis del asesinato. Y en la Asamblea General de 1813 se formó una comisión investigadora de las causas de la muerte del prócer. Fueron muchas las denuncias de vecinos que sabían de un plan para darle muerte. Sin embargo, nunca pudo probarse.

Con su muerte, se allanó el camino de Saavedra. El presidente de la Primera Junta y de la Junta Grande se ahorró muchos dolores de cabeza ante la ausencia de su enemigo.

Al enterarse de la desaparición de su adversario, se despidió de él con una frase que quedó inmortalizada. Tan irónica como profundamente sincera: “Hacía falta tanta agua para apagar tanto fuego”. El hombre que ardió por la revolución, desde aquel momento y para siempre quedó sepultado en la inmensidad del mar.


*Abogado, diplomado en Historia Política Argentina. Estudiante de Periodismo.

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