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Historias de la Historia de Carli Claa

11/09/2011 – El maestro de la república

 


El maestro de la república

 Por Carlos C. Claá *


“Ninguna fecha ha de ser más oportuna para celebrar el día del maestro que el 11 de septiembre, día que pasó a la inmortalidad, en el año 1888, el prócer argentino Domingo Faustino Sarmiento”. Conferencia Interamericana de Educación, Panamá, 1947. Donde se estableció el Día Panamericano del Maestro.

En 77 años fue militar, periodista, escritor, gobernador, presidente, ministro, senador y, sobretodo, maestro. A los 4 años ya sabía leer. Por carencias económicas no pudo estudiar en la universidad. Fue autodidacta y así aprendió historia griega, romana y a hablar en francés, entre otras cosas. Viajó por Europa, África y América, para conocer los distintos sistemas educativos y las formas de comunicaciones. Fue un hombre inquieto, de firmes convicciones y muy controvertido.

Nació hace 200 años, el 15 de febrero de 1811, en un barrio pobre de San Juan. Domingo Faustino Sarmiento fue a la escuela primaria desde los 5 años. Una vez que la terminó, su madre quiso que estudiara para sacerdote en Córdoba, a lo que él se negó. Su deseo era formarse en Buenos Aires, pero la beca que gestionó no le fue concedida, entonces debió quedarse en su San Juan natal.

Eran épocas de guerras civiles. Entonces su tío debió exiliarse en un pueblo de San Luis y él lo acompañó. Conjuntamente fundaron una escuela para dar clases a muy pocos alumnos. Domingo Faustino tenía 15 años y aquella fue su primera experiencia en su rol de educador.

A su regreso a San Juan iba a producirse otro hecho que marcaría su destino. Su provincia era invadida por los federales, al mando del caudillo Facundo Quiroga. En oposición a ellos, Sarmiento se incorporó al ejército del General unitario José María Paz. Como los federales finalmente tomaron su ciudad, decidió exiliarse en Chile.

En el país vecino fue maestro y fundó su propia escuela en el pueblo de Pocuro, al borde de Los Andes. Tuvo amoríos con una alumna, María de Jesús Avendaño, con quien tuvo su primera hija: Ana Faustina.

Volvió a San Juan por un breve lapso. Fundó su primer periódico, El Zonda. Pero cuatro años después debió cerrarlo por constantes presiones del gobierno provincial, a quien Sarmiento frecuentemente criticaba. Otra vez debió exiliarse en Chile, donde siguió ejerciendo el periodismo. Se casó con Benita Martinez Pastoriza y adoptó a su hijo, Dominguito. En ese tiempo escribió su libro más importante y reconocido: Facundo, civilización y barbarie.

En esa obra, Sarmiento dejó al desnudo su cruel pensamiento: La civilización, asociada a la ciudad y al progreso. La barbarie, propia del campo, del indio y del gaucho, aquellos “salvajes por quienes sentimos una inmensa repugnancia”, según sus propias palabras.

Cuando en 1862 Bartolomé Mitre fue electo presidente, Sarmiento asumió la gobernación de San Juan. Realizó grandes obras: Construyó caminos, hospitales y edificios públicos. Aunque sus máximos logros fueron en el ámbito educativo: Dictó una ley para que la enseñanza primaria fuese obligatoria y construyó escuelas para diversos niveles.

Pero dos años después de haber asumido, sufrió la revuelta del caudillo federal “el Chacho” Peñaloza y no paró hasta derrotarlo. Sus hombres lo agarraron y a punta de lanza y balas lo acribillaron. Le cortaron la cabeza y la exhibieron en una plaza. Semejante acto de fiereza fue festejado por Sarmiento, que informó: “El Chacho ha sido alcanzado e Irrazábal le ha cortado la cabeza. Yo he aplaudido el hecho, precisamente por la forma”.

Esta exposición del salvajismo, que él mismo criticaba de aquellos a quienes consideraba bárbaros, le costó el puesto de gobernador. Mitre decidió que era mejor enviarlo a Estados Unidos como ministro plenipotenciario.

Cuatro años después, mientras aún residía en el norte de América, fue electo presidente. Debió volver al país para cumplir los seis años de mandato, desde 1868 a 1874.

Una de sus principales preocupaciones era comunicar las distintas regiones de Argentina, por eso se ocupó de extender los cables telegráficos y las vías del ferrocarril. Pero a los ingleses –que fueron quienes lo construyeron- les interesaba menos la alianza de la nación, que llevarse rápidamente las materias primas a su país. Por lo tanto, en vez de una verdadera red, las líneas férreas apuntaron todas, como un abanico, hacia Buenos Aires.

En su segundo año de gobierno realizó el primer censo nacional. Por aquel año el país tenía 1.877.490 habitantes, de los cuales 495.107 vivían en Buenos Aires. Santa Fe era la séptima provincia con 89.117 residentes –actualmente es la tercera, con 3.200.736-.

El periodista y escritor Daniel Balmaceda suma otros datos curiosos del gobierno de Sarmiento: El presidente sugirió reemplazar los caballos por camellos, poner osos hormigueros en las plazas para exterminar a las hormigas, hizo importar y plantar mimbre en Tigre –Buenos Aires- y trajo desde Australia el eucalipto. Llegó a sufrir un atentado del que no se anotició: Un sábado, en una esquina céntrica de la capital, un hombre lo apuntó con su trabuco y disparó. Pero el arma le explotó en la mano. A raíz de su sordera, Domingo Faustino no escuchó el estruendo.

La nota más sobresaliente de su gobierno es, sin duda, la educación. Sarmiento fundó 800 escuelas, elevó el número de alumnos de 30 mil a 100 mil, creo las primeras escuelas normales, bibliotecas y casas de estudio para sordomudos.

Una vez q se retiró de la presidencia volvió a trabajar como periodista, fue senador por su provincia y ministro del Interior. En 1884, el gobierno de Julio Roca hizo norma su viejo proyecto: La ley de enseñanza gratuita, laica y obligatoria, número 1420.

En 1888 se mudó a Asunción, donde pasó sus últimas semanas. Murió en las primeras horas del 11 de septiembre.

Fue un personaje controvertido. Tuvo grandes errores y otros grandes aciertos. Su obra más extraordinaria fue sentar las bases de la educación argentina. Y alguna vez expresó: “Es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo mismo, para que todos sean iguales… Para eso necesitamos hacer de toda la república una escuela”.

 

*Abogado, diplomado en Historia Política Argentina. Estudiante de Periodismo.

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