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Historias de la Historia de Carli Claa

26/02/2012 – Alta en el cielo (segunda parte)

 


Alta en el cielo (segunda parte)

Por Carlos C. Claá *


A 200 años de la creación de la bandera nacional.

“Siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé a hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional. Espero que sea de la aprobación de Vuestra Excelencia”, escribía Manuel Belgrano al Triunvirato, la tarde del 27 de febrero de 1812. El 13 había solicitado la creación de una escarapela a modo de uniformar a su ejército y diez días después serían entregadas. Envalentonado con la idea de dar sentido de pertenencia a sus tropas, a fines de febrero izaría, por primera vez, la mayor insignia patria.

Belgrano había llegado a la Villa del Rosario el 10 de febrero, con su Regimiento número 5 y algunas milicias santafecinas. El objetivo era reforzar la barranca del río Paraná, para combatir las hostilidades planteadas por Vigodet, el Capitán General y Gobernador de Montevideo. Su primer movimiento fue construir dos baterías para entrar en batalla ante la aparición de cualquier nave extranjera. Su segundo acto: pedir al gobierno que se realizara una escarapela nacional de dos colores, azul-celeste y blanca. Él mismo explicaría en un informe oficial que había desistido de usar el rojo “para evitar confusiones”, porque el ejército realista vestían ese color.

El 13 envió a Buenos Aires una misiva con la solicitada. Cinco días después, recibió la respuesta del Triunvirato, en la que se aceptaba la creación y utilización de la divisa. Esta resolución sería tomada como una primera manifestación de independencia, a la que, según sospechaban, le seguiría prontamente la declaración formal –que en realidad se tardaría hasta 1816–.

El 23 de diciembre, Manuel Belgrano entregaba a cada soldado una escarapela celeste y blanca para que lucieran en el uniforme. Ahí, bien pegada al corazón. El militar escribiría al gobierno: “Se ha puesto en ejecución la orden del 18 del corriente para el uso de la escarapela nacional que se ha servido señalar Vuestra Excelencia, cuya determinación ha sido del mayor regocijo y excitado los deseos de los verdaderos hijos de la patria de otras declaraciones de Vuestra Excelencia que acaben de confirmar a nuestros enemigos de la firme resolución en que estamos de sostener la independencia de la América”.

Los patriotas se encontraban inundados por un sentido nacionalista, no sólo por las resoluciones firmadas por el gobierno, sino por las noticias que llegaban de otras partes del continente. Venezuela, por caso, había alcanzado su independencia el 5 de julio del año anterior, pero la noticia se publicaría en el país recién el 17 de febrero de 1812, un día antes de que el Triunvirato oficializara el uso de la escarapela.

En esa ola de fervor independentista estaría, por supuesto, Belgrano. El 27, inauguraría la segunda de las baterías que apostaría a orillas del Paraná. La llamaría Independencia. Y, a modo de saludo inaugural haría crear una gran escarapela celeste y blanca para hacerla flamear en lo alto de la costa rosarina. “Soldados de la Patria: juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la Independencia y la Libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo: ¡Viva la Patria!”, exclamó. Luego sería tiempo de enviar una carta al gobierno explicándole la necesidad de crear la bandera y pedir que fuera aprobada.

De aquella bandera no quedó rastro, ni registro histórico. Hay tantas hipótesis como historiadores que investigan el tema. Algunos sostienen que tenía dos franjas iguales, otros aseguran que ya tendría las tres fajas que luce hoy, aunque difieren entre si eran verticales u horizontales. El otro debate sin desentrañar, es el origen de los colores elegidos: La historia más romántica, la aprendida en la escuela y de mayor asidero, es la del “azul del cielo” y el “blanco plata, del nombre del río”. Otros sostienen que se debió a los colores de la Orden de Carlos III, de la Casa de Borbón, que gobernaba España o a la vestimenta común de la Inmaculada Virgen de la Concepción.

El gobierno nacional prohibió, el 4 de marzo, que Belgrano continuase utilizando la bandera enarbolada. Argumentó cuestiones de política internacional y le pidió que hiciese pasar el suceso por un rapto de entusiasmo personal, que la ocultara cuidadosamente y volviera a enarbolar la roja y gualda –amarilla–, utilizada por la Fortaleza de Buenos Aires. Pero Manuel Belgrano había partido para Jujuy a hacerse cargo del Ejército del Norte, por lo tanto no sería notificado de la negativa oficial y de las órdenes impartidas.

Tal es así que el 25 de mayo, en San Salvador, en el tedeum organizado por el segundo aniversario de la Revolución de Mayo, la haría bendecir por un cura y comunicaría al gobierno: “el pueblo se complacía de la señal que nos distingue de las demás naciones”. El Triunvirato, descontento por la desobediencia, sancionó a Belgrano –quien a fuerza de optimismo no podía imaginarse el rechazo del gobierno–. El militar prometió entregarla al cabildo de Jujuy y volver a utilizarla “sólo cuando se produzca un triunfo de nuestras armas”.

El Ejército del Norte siguió usando la insignia celeste y blanca, pero como bandera propia. El 13 de febrero de 1813, después de cruzar el río Pasaje, en Salta, estas huestes le prestaron juramento a la Asamblea del Año XIII y a la bandera reconocida por dicha convención. Desde ese momento, el río Pasaje fue conocido como Juramento. Ese mismo río que, a raíz de las salinas, cambia de nombre en Santiago del Estero y bordea nuestra ciudad.

El sueño de Belgrano debería esperar algunos años más para realizarse. Luego de la proclamación de la Independencia, el 9 de julio de 1816, el Congreso General Constituyente de San Miguel de Tucumán aceptaría oficialmente la insignia como símbolo de las Provincias Unidas del Río de la Plata y que luego la República Argentina heredaría.

“Aquí está la bandera esplendorosa”, que brilló en la cima de la Cordillera de Los Andes y flameó en la batalla de San Lorenzo. La que nos llena de orgullo en los eventos culturales y deportivos. La que abrazó a los soldados en Malvinas. La que nos da identidad en el mundo. “La enseña que Belgrano nos legó”.


*Abogado, diplomado en Historia Política Argentina. Estudiante de Periodismo.

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