Marcó un hat-trick y entregó una asistencia para que River vuelva a gritar campeón; una vez más, volvió a dar la talla en un encuentro decisivo. lleva 30 goles en sus 56 partidos en River, cinco de ellos en tres finales. En el 2016 marcó 21. Revivì los goles
Un año y medio atrás, Marcelo Gallardo buscaba un reemplazo ante las partidas de Teófilo Gutiérrez y Fernando Cavenaghi. Y apuntó a un futbolista que venía siguiendo desde un encuentro de Copa Argentina en San Luis, cuando su ciclo recién comenzaba en agosto de 2014. Aquella noche le gustó la actuación de un joven delantero de Colón de Santa Fe. A partir de allí, nunca más le sacó los ojos de encima. Hasta que llegó el receso previo a las semifinales de la Copa Libertadores y se decidió: pidió a Lucas Alario para ser el número nueve de River.
Recomendado también por César Luis Menotti, el delantero, que por aquel entonces tenía 22 años, llegó a Núñez por 2,6 millones de dólares por el 60% de su pase. Hoy, a los 24, ya se ganó un lugar en la historia del club y lo sigue agrandando día a día: anoche, en la final de la Copa Argentina, anotó tres goles -dos de penal- y entregó una asistencia para el triunfo por 4-3 ante Rosario Central. Una vez más se puso el traje de héroe, ese que más le gusta, y volvió a marcar -por triplicado- en un encuentro donde todo estaba en juego. Con sus festejos, elevando el brazo derecho al cielo tras besarse el dedo índice y el mayor de la mano, el Millonario logró el sexto título del ciclo Gallardo -primero local- y la clasificación a la Libertadores 2017.
Las pelotas que hierven no le queman al joven nacido en Tostado, Santa Fe, pero criado en Cuatro Bocas, Santiago del Estero, un pueblo de no más de 300 habitantes. Porque no es la primera vez que Alario marca en momentos decisivos. En su segundo partido con la camiseta millonaria, anotó en el 1-1 ante Guaraní en Paraguay en la vuelta de las semifinales de la Libertadores. Luego, marcó en el 3-0 frente a Tigres en el Monumental para allanar el camino de la final. Y siguió: en Japón, durante el Mundial de Clubes, consiguió el único tanto del equipo en el torneo, en el 1-0 ante Sanfrece Hiroshima en las semifinales. Este año también marcó en la obtención de la Recopa Sudamericana ante Independiente Santa Fe.
La de Córdoba será una noche inolvidable para el pueblo millonario y Alario la guardará siempre entre sus mejores recuerdos. Todo se dio en un continuo vaivén de emociones, donde la angustia y la vibración recorrían las tribunas en cuestión de minutos. Es que River se puso en ventaja con el gol de penal del santafecino, pasó a estar en desventaja, lo volvió a igualar por la misma vía, y nuevamente quedó atrás en el marcador. Hasta que Gallardo movió el banco faltando veinte minutos: a la cancha Iván Alonso y Rodrigo Mora en lugar de Andrés D’Alessandro y Gonzalo Martínez.
Y allí se vio la mano del DT. Porque fue el uruguayo Alonso, un jugador por el que el cuerpo técnico tiene especial predilección, quien asistió a Alario de cabeza para su tercer gol. Instantes después, cambiaron los roles: el joven le bajó la pelota al veterano futbolista de 37 años, que se entrena como si tuviera veinte y que recién volvía de una distensión que lo dejó cinco partidos sin jugar. Con su gol, el Millonario comenzó a enfilar el destino de algo que ya se volvió natural en los últimos años: gritar campeón.
Una vez más, River está en lo más alto de la mano de Gallardo, el entrenador que eligió al delantero de los goles importantes. No se equivocó.
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FUENTE: La Nación