El individuo enviaba a jugar a sus dos hijos varones. Entre los ocho y diez años la manoseó. Después, la convirtió en su «esclava sexual». Una noche soñó a su abuelita, que le pedía que le confiara su secreto a su madre.
Un tribunal condenó a 9 años y 6 meses de prisión a un jornalero que ultrajó sexualmente a su hija biológica, desde los 8 años.
Los vocales Luis Domínguez, Graciela Viaña de Avendaño y María Eugenia Carabajal sellaron el «futuro inmediato» de Ramón Alberto Bravo, al encontrarlo responsable de «abuso sexual con acceso carnal agravado por el vínculo y condición de guardador y convivencia preexistente».
Con la sentencia, la Justicia bajó el telón a 6 años de vejaciones de la víctima, hoy adolescente y aún sin lograr reencausar su vida por los traumas vividos. La pareja residía en el paraje Las Arenas, cerca de Cuatro Bocas. Con tres hijos: la nena mayor y dos hermanitos.
Cuanto cumplió 8 años, el padre empezó a manosearla. Cada vez que su esposa salía a trabajar o por trámites, Bravo mandaba jugar a los niños y quedaba a solas con la nenita.
A los 10 años, el sujeto la violó por primera vez. De allí en más, fueron años de abusos y lágrimas enjugadas en soledad. Mal pensó la mujer que la tristeza de su hija era reflejo del luto por la pérdida de su abuelita, quien falleció por aquellos meses.
En los albores de la adolescencia, la menor sufrió mayor desasosiego. Padecía pesadillas.
En una de ellas, señaló: «Vi a mi abuelita diciéndome que le cuente todo a mi madre…» Así lo hizo. La mujer lloró desconsoladamente y después se escapó con sus hijos, rumbo a la policía. Entre lágrimas, detalló las calamidades sexuales a las que sometió por años su esposo a la niña. No regresó a la casa, hasta recién verlo esposado y preso. «Vuelven, las mato y las quemo dentro de la casa», les había jurado Bravo, al asumirse acorralado.
FUENTE Y FOTO: El Liberal