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POZO BORRADO: Cerraron un tambo “para salvar lo poco que queda”

Fueron 7 kilómetros de arriar la hacienda en medio del agua lo que tuvo que atravesar la familia Ciotti para trasladar las vacas hasta el cargadero. Algunos de los animales se murieron en el camino. “No cobraremos por el precio que valen, pero al menos mantenemos lo que tenemos”. La decisión en medio de la desesperación por no perderlo todo, y la débil esperanza de volver a casa en invierno.

Por generaciones, la familia Ciotti se dedicó a la actividad tambera. Con esta, es la cuarta inundación que les toca atravesar. Los abuelos cuentan a sus nietos como fue en aquel entonces. “A mi abuelo le agarró un infarto nos dice mi abuela, pero mi tío está fuerte”, relata Armando.

La historia es de Hugo Ciotti, propietario del establecimiento San Pedro, ubicado en Colonia El Pirincho, a unos 7 kilómetros al norte de Pozo Borrado, pegado a las vías del ferrocarril, en línea paralela con Cuatro Bocas. Esta ubicación permite tal vez entender como el escurrimiento del agua, y la falta de un canal interprovincial terminan por zambullir a familias enteras en el más dramático de los escenarios.

En medio de tanto titular de emergencia hídrica, la solución debía ser eminente. Así lo entendió don Hugo. “Es que a las vacas para ordeñe las tenes que cuidar todo el tiempo”.  La decisión del productor salió de lo más profundo de sus entrañas: llevar a pie la hacienda para salvar lo que queda.

Siete largos kilómetros atravesaron con los vacunos hasta llegar a  un campo donde las cargaron: 60 fueron a parar a Rafaela, otras 30 a San Jerónimo y 30 más a San Guillermo. Así de dividido se siente el tambero.

Algunas vacas murieron producto de los calambres de caminar tanto en el agua, en barro.

Adonde fueron no será el precio que deberían de tomar “es tratar de salvar lo que queda”.

En el tambo vacío quedará un grupo familiar de 7 integrantes con el peón  rural a la cabeza.

“Esto no se resuelve con que se vaya el agua, hay que esperar que se recupere el suelo, haces pasturas, se perdió todo el maíz”, explica Armando.

Pero don Hugo no se rinde; alberga la débil esperanza de volver para invierno.

Resurgir después de la demolición que deja el agua en su paso.

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