Se trata de la joven santafesina de 22 años, Lara Arreguiz, quien falleció por Covid-19. Este domingo por la tarde quedaban sólo tres camas críticas disponibles con respirador en la capital provincial.
La escalada de casos de coronavirus no cesa y se refleja en la crítica situación sanitaria que atraviesa la provincia con hospitales trabajando casi al límite de su capacidad. El caso de Lara Arreguiz, la joven santafesina de 22 años que falleció siete días después de infectarse de Covid-19, conmueve a toda la ciudad de Santa Fe.
La historia de Lara expone el serio problema que enfrentan los pacientes que requieren y necesitan de una internación en algunos de los hospitales públicos de la ciudad, efectores que se encuentran con una ocupación casi total.
Información a la que pudo acceder UNO Santa Fe, revela que este domingo por la tarde solo quedaban tres camas críticas disponibles en la capital provincial entre los efectores públicos que brindan atención a pacientes Covid-19.
Había ocupadas 109 de las 112 plazas de terapia intensiva con respirador que se encuentran operativas. Una cama disponible por hospital: una en el Iturraspe, otra el viejo Iturraspe y una más en el Cullen.
El sector privado se encuentra menos tensionado, con 55 camas ocupadas con respirador sobre un total de 90 (una ocupación del 61 por ciento)
«Sanitariamente la situación es súper compleja”, apuntó la propia ministra de Salud Sonia Martorano. El 22 de abril, en la provincia había internadas en terapia intensiva 221 personas, de las cuales 201 debían recibir asistencia respiratoria mecánica. Un mes después, el sábado 22 de mayo, se relevaron 346 pacientes en terapia; un crecimiento superior al 56 por ciento (316 reciben asistencia respiratoria mecánica)
En el mismo lapso de tiempo Hace un mes había en toda la provincia 346 pacientes internados en sala general; cuatro semanas después, el Ministerio de Salud informó 487; un crecimiento superior al 40 por ciento.
El triste desenlace de Lara Arreguiz
En este difícil contexto, la muerte de Lara conmociona a la región. Con 22 años no pudo resistir el coronavirus, y en una semana su vida terminó. Falleció este viernes en el ex hospital Iturraspe, luego de haber sido intubada.
Alejandro, su padre, relató todo el camino que hizo la familia para que la joven pueda tener una atención adecuada y las dificultades con las que se encontraron.
Arreguiz vivía en Esperanza por ser estudiante en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UNL. Además era voluntaria de la organización S.O.S. Caballos en la ciudad de Santa Fe. Según su padre, la joven era insulino dependiente y comenzó con síntomas el jueves 13.
«Tenía tos y llamó a su mamá para que la vaya a buscar. La trajimos a Santa Fe y la mamá le hizo unas nebulizaciones y unos pafs, pero seguía ahogada. La llevamos al protomédico, ya que en los sanatorios si caes con síntomas ni te atienden. En el protomédico la sentaron en una silla de ruedas como cuatro horas porque no había camas, le hicieron placas y dieron turno para el domingo hisoparla. La llevamos de nuevo a casa», recordó Alejandro en diálogo con el portal InfoMercury.
Luego de esa primera atención, Lara dio Covid positivo. «Las placas dieron pulmonía bilateral, en solo dos días era impresionante cómo avanzó y le tomó ambos pulmones, por eso se ahogaba. Ahí nos dijeron que la llevemos a casa y que sigamos con nebulizaciones, que consultemos en el Iturraspe (nuevo) si había camas. Fuimos a casa, y se volvió a ahogar. Así que fuimos al Iturraspe y estaba lleno de gente, nadie nos atendía, hasta que ella se descompensó y cayó al suelo.
Ahí fue cuando un médico o enfermero que pasó, la levantó y se la llevó a la guardia. Ahí le administraron oxígeno y se calmó. Pero nos dijeron que no había camas, así que estuvo hasta las 21 en la guardia hasta que nos avisaron que en el Iturraspe Viejo había una cama para ella, la llevaron en ambulancia para allá y la pusieron en una sala común covid».
Al día siguiente la pasaron a una sala intermedia para controlarle la insulina mediante una bomba de hidratación para controlar los niveles de azúcar. Las enfermeras nos decían que nos tranquilicemos, que ella era una chica joven y fuerte. Yo la iba a visitar todos los días, solo 15 minutos mediante una ventana, muy duro verla ahí sola sin poder hacer nada. La mamá estaba aislada con Covid y no podía visitarla. El jueves 20, me mandan mensaje desde el Hospital preguntando si no quería ir a verla un ratito. Me pareció raro, olía que algo malo podía estar pasando. Ella era súper pegada a mí, me había pedido que le lleve manzana rallada, una musculosa y una toalla. Así que preparé un bolsito y me fui para allá. Cuando llegue estaba de costado, muy mal, con una máscara de oxígeno. Me miraba y me hacía señas que estaba ahogada. Cerraba sus ojitos, yo me quebré, no podía verla así. Vinieron unos enfermeros y me dijeron que ella me tenía que ver bien. Que me vaya a casa y que le avisaban novedades a su mamá», describió el papá de la joven.
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«Al día siguiente la pasaron a una sala intermedia