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Canal 2 viajó a El Nochero

Un equipo periodístico registró imágenes y testimonios de la histórica inundación que arrasa con la localidad. La inmensa masa de agua que asedia a la población, las calles intransitables, pero la fuerza de voluntad de un pueblo en pie para darle batalla a la dramática realidad, fueron capturadas por la cámara. 

Llegar hasta El Nochero es fácil. Transitando por la ruta nacional 95, no se avizora lo que sucede tras recorrer el acceso hasta la localidad. Allí recién comienza a percibirse lo que se viene escuchando: una inundación inédita.

De un lado del pavimento se ve agua que se escurre por entre los campos, la otra banquina esta despejada.

Termina el asfalto y la incertidumbre de por dónde seguir invade a más de uno que frena el vehículo para analizar si el agua en frente podrá ser atravesada.

El panorama dentro de la localidad es complejo. Las calles que no tienen agua, son densos caminos de barro. El sector más afectado es el que bordea las vías, donde está hecha la defensa, aquella muralla de tierra y arena que los trabajadores comunales y cientos de voluntarios vigilan día noche, para controlar que no se filtre el agua  hacia lo que queda: el casco urbano.

Los campos están perdidos, sumergidas sus cosechas. Algunas máquinas quedaron allí varadas.

Hay lugares como la ruta 294, obra que se lleva adelante para conectar con la provincia de Santiago del Estero, que los lugareños califican como un mar. El cielo nubarroso se confunde con el espejo del agua y se convierte en una amplia extensión en uno solo. Las lloviznas constantes no da respiro, y advierte de los pronósticos son pocos alentadores.

Un tractor comunal, un acoplado con trabajadores y voluntarios que llevan bolsas de arena a la defensa permite recorrer los puntos más críticos. Nada del conocido Nochero parece quedar en esos lares. Árboles caídos por el viento de la última tormenta, y sumado a lo blando del suelo, se ven precipitados en los patios.

Las viviendas parecen desoladas. Algunas, las que tienen agua están deshabitadas, pero otras actúan como fortalezas de quienes permanecen para cuidar lo que tienen.

Las postales son desoladoras, y mientras la pregunta que surge es cómo se sale de esto, para el vecino es como pasar el día a día.

El que no embolsa arena, la traslada, quien no está en la cuadrilla, hace el matecosido, las mujeres preparan tortas fritas, las más jóvenes las  reparten entre los héroes tapados de barro.

Para las 18 horas el trabajo cesa. Se dejan de cargar las arenas, el tractor sale con la frecuencia prevista para vigilar por turnos durante la noche, en la madrugada la defensa.

Los rostros disimulan una sonrisa con la satisfacción de haber hecho lo que se pudo, para quienes lo vemos de afuera, hacen mucho más que eso.

Una bomba de agua al pie del edificio comunal les descubre el rostro, les limpia las manos y quita de sus pies, algunos con botas, otros con alpargatas el pesado barro.

Se espera la hora de la cena. Quien se sienta espera para luego tomar la posta del que viene del recorrido.

Así es el día en El Nochero, un pueblo atravesado por más de 800 milímetros de lluvia pero que no está dispuesto a rendirse.

Todos dicen…mañana será otro día.

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