La policía descubrió las muertes luego de que los jóvenes intentaran denunciar a los difuntos por «violencia familiar» para cubrir su ausencia. En el lugar encontraron un balde con restos humanos.
Un doble crimen dentro del seno familiar sorprendió a muchos en Pilar esta mañana por su parecido con el polémico caso de los hermanos Schoklender, quienes la madrugada del 30 de mayo de 1981 asesinaron a sus padres en un piso del barrio de Belgrano por supuestos abusos sexuales a los que ambos habían sido sometidos por sus progenitores. En este caso, dos hermanastros –que además son pareja- descuartizaron, quemaron y escondieron los cuerpos de sus padrastros para quedarse con su dinero y la propiedad en construcción que compartían los cuatro sobre la calle Sarratea al 2700, en la localidad de Manuel Alberti.
La policía sospechó de la denuncia e hizo un allanamiento en la vivienda con la colaboración de Policía Científica y Bomberos Voluntarios de Del Viso en orden a una denuncia por averiguación de paradero radicada en el día de ayer por el hermano de una de las víctimas, quien se acercó a la comisaría 4ta para manifestar su preocupación frente a la extraña desaparición del hombre -identificado como Ricardo Klein (52)- y su mujer -Miriam Ester Kowalzuck (50)-, de quienes no había rastros desde el 1º de este mes.
Asimismo, indicó que su hermano convivía con una mujer, cuya hija -Karen Klein (22)- estaba en pareja con su hermanastro -Leandro Yamil Acosta (25)-, ambos detenidos por el doble homicidio. Fue así que al acercarse un sobrino de los desaparecidos a la vivienda a preguntar por sus tíos, el hijo de la asesinada y la hija del hombre también asesinado mostraron un comportamiento contradictorio y extraño, lo que despertó sus sospechas.
El dormitorio superior, escena del crimen
Dadas las circunstancias, la fiscalía de intervención ordenó un allanamiento de emergencia en el domicilio donde encontraron un balde con restos humanos semi calcinados pertenecientes a una mujer en tanto que en el terreno entre la casa del frente y la posterior (donde vivían las víctimas), en un patio de la propiedad había gran cantidad de cenizas producto de varias incineraciones que, según los vecinos del lugar, fueron realizadas durante toda una semana por el joven.
La pareja de hermanastros descuartizó a sus padres, prendieron fuego algunos de los restos y realizaron una denuncia por violencia familiar ejercida sobre sus hermanos mellizos menores de edad, solicitando ante el Tribunal de Familia N°.2 de Pilar, una orden de restricción de acercamiento contra las víctimas que en esos momentos ya se hallaban muertas y lograr de este modo obtener una coartada para justificar la desaparición repentina de los mismos.
Según precisó la Policía, durante el allanamiento también incautaron 8 mil dólares, una pistola calibre 9 mm de marca Bersa y documentación a nombre del detenido. Además, había 50 vainas servidas de calibre 9 mm, una escopeta calibre 12/70 marca Iga Gaucha, tres hachas de mano, un machete, dos palas y una horquilla.
Al parecer, el móvil del macabro hecho habría sido la mala relación familiar y el interés de los homicidas por la propiedad familiar en construcción y el dinero de las víctimas. En el caso, interviene el Dr. Eduardo Vaini a cargo de la UFI de Delitos Conexos del Departamento Judicial Pilar quien instruye causa caratulada como Doble Homicidio Agravado.
La historia detrás del caso y la intimidad de la familia
El joven detenido junto a su novia y hermanastra tenía una larga enemistad con su padrastro. «Este guacho me tiene podrido», dijo el hombre poco antes de desaparecer.
Raúl Klein llegó enfurecido esta tarde en su moto negra al portón de la casa de su hermano, Ricardo Ignacio, en la localidad de Del Viso, partido de Pilar. «¡Yo hice la denuncia y nadie me dice nada!», gritó, demandando explicaciones. Tres días atrás, Klein, que vive a pocas cuadras, había denunciado la desaparición de su hermano, apodado «El Grandote», de 54 años, y de su mujer, Miriam Kowalzcuk, de 50 años, conocida en el barrio como «La Gringa», oriunda del Chaco. La relación de Raúl con su hermano era distante: él mismo admite no conocer la intimidad de la familia de Ricardo. Sin embargo, algo le llamó poderosamente la atención.
Fue varias veces a la casa, tocó timbre: Leandro Yamil Acosta, de 25 años, hijastro de Ricardo, le atendía de forma esquiva, se negaba a abrir la puerta. Había llegado a sus oídos que Leandro le regalaba a cartoneros de la zona lo mismo con lo que su hermano se ganaba la vida: hierro, botellas y cobre. Ricardo era un chatarrero con un sistema aceitado: lograba que un circuito de restaurants y clubes deportivos le regalen su basura valiosa. La juntaba en una vieja camioneta Ford junto a su mujer. También era albañil y hacía changas en el barrio: él mismo construyó su propia casa, donde vivía con Miriam y su propia hija, Karen, de 22 años, empleada en un shopping según vecinos. Les había construido un piso extra arriba para que vivan. Dos mellizos de once años, hijos de Ricardo y Miriam, completaban la familia. A pesar de la denuncia de Raúl, los vecinos habían notado la desaparición de Ricardo y Miriam mucho antes, al menos desde el 1º de este mes, según sus propios testimonios.
Dos policías tuvieron que calmar a Raúl en su monólogo enojado: le explicaron con cierto grado de gentileza que los restos encontrados el sábado por la noche en la casa debían ser peritados mediante una autopsia y estudios de ADN, que mañana lunes por la tarde comenzarán las pericias en el lugar. No hay mucho que peritar tampoco. Ayer por la madrugada, personal de la Policía Bonaerense bajo el fiscal de San Isidro Marcelo Vaiani allanó la casa de la calle Sarratea, con media docena de perros, repleta de mugre y chatarra. En un balde de pintura de veinte litros había una pelvis, un pedazo de columna vertebral, cabellos rubios que corresponderían a su madrastra.
Fuentes policiales confirman hallados en la pesquisa dos hachas y un machete, nuevos en apariencia, más ocho mil dólares y una escopeta. Fue Leandro mismo quien abrió la puerta: no opuso resistencia al arresto. Karen también fue detenida; miró a los oficiales con un gesto desafiante, asqueado. Los mellizos también estaban ahí: fueron llevados a un refugio en la zona de Pilar, aseguró el comisario mayor Darío Lutto, que fue parte del operativo. Lutto apunta algo que confirman vecinos: columnas de humo por las noches, que emergían desde el patio de la casa. Pero qué ocurrió con Ricardo Klein todavía es un misterio que las pericias tendrán que revelar: los restos, de acuerdo a esta fuente policial, solo corresponderían -por el momento- a una mujer. Por lo pronto, Leandro y Karen aguardan ser indagados por Vaiani en una sede judicial sanisidrense.
Ricardo tenía su apodo de «Grandote» bien ganado: medía 1,90 metros y tenía una fuerza considerable. Leandro es un joven menudo: operado meses atrás de los intestinos, llevaba, según vecinos, una bolsa adjunta al abdomen. Miriam, por su parte, era una mujer también fuerte, temperamental. ¿Cómo habría hecho Leandro y su novia para reducir a su padrastro y madre? ¿Y qué motivó este crimen bestial?
Lo cierto es que «el Grandote» y su hijastro tenían una fuerte enemistad. Ricardo no soportaba que su hijastro no trabajase ni aportase a la casa. Un viejo confidente de Klein confía: «Hace poco tiempo, vino y me dijo ‘Este guacho me tiene podrido. Es un vago. Está todo el día tirado. No labura, no hace nada'». Leandro y Karen, a pesar de ser hermanastros, son novios, una relación blanqueada en el barrio. Leandro, por su parte, resentía «que su mamá saliese a cartonear con Ricardo», según la misma voz.
Klein no soportaba la devoción de su Miriam a su hijo, en este esquema: Ricardo mismo aportó, aseguran amigos de la familia, dinero para una internación del joven en el Hospital Austral. Miriam, para ahorrar, volvía a pie cada noche. Sin embargo, ningún vecino de la cuadra admite haber oído gritos o visto peleas. Registros comerciales indican aportes realizados a Leandro por Garden Life SA, una empresa dedicada a productos de plástico, hasta mediados de 2014.
El 8 de este mes, Leandro radicó en un Tribunal de Familia de Pilar una denuncia contra su padrastro, aduciendo agresiones a los mellizos. Chicos en el barrio dicen que Ricardo y Miriam no les permitían jugar con ellos. Lo contradictorio es que, a pesar de la estrecha cartera familiar, ambos chicos iban a un colegio privado en Tortuguitas, a donde su madre los llevaba. Hay un dato perturbador: según fuentes policiales, en el tiempo en que los padres estuvieron desaparecidos, Karen misma se encargó de llevarlos.
La última vez que la pareja fue vista es motivo de disputa. Leandro habría asegurado a vecinos que no volvieron de un bingo en Tigre que solían frecuentar, dos semanas atrás. Sin embargo, una mujer del barrio los habría visto. Les habría incluso lanzado un chiste, dado su estilo desaliñado para salir a juntar basura: «¡Qué lindos están esta noche!»
FUENTE: Infobae