Alario derrocha humildad mientras muchos hinchas ya lo comparan con el Príncipe. «Me dio algunos consejos. Ojalá algún día sea como él», se ilusiona el goleador que no deja de sorprender a todo Núñez.
Flaco y alto, a Lucas Alario le faltaría inflar un poco más los ojos para que el espejo le devolviera una imagen similar a la que se imagina. Los hinchas de River, desde D’Onofrio al Tano Pasman, lo comparan con Francescoli, le ven gestos técnicos, parecido físico y definiciones exquisitas en el área como el primer gol a Chicago o el zurdazo con el pie bien abierto ante Liga de Quito. “Me dio algunos consejos y por supuesto que son bien recibidos. Ojalá algún día sea como él”, se ilusiona el Pipa con entrar a la realeza millonaria y llegar al rango de Príncipe. Lo dice con la sonrisa y la humildad del pibe de 22 años que disfruta de su momento como un chico con bicicleta nueva.
En el corto tiempo que Alario lleva en Núñez ya consiguió el título por el que Enzo tuvo que esperar una década. La Copa fue la obsesión del charrúa que, en su mejor momento, se perdió la del 86 porque había sido transferido al Racing de Paris y debió aguardar hasta el 96 para cumplir el sueño que el ex Colón logró en cuatro partidos. El juvenil fue la gran sorpresa de las incorporaciones del mercado de invierno y floreció antes de la primavera, con goles y asistencias decisivas en las semi y finales de la Copa. Y en cada partido que pasa sigue reafirmando que Gallardo metió un pleno cargado de fichas al elegirlo y al insistir con su incorporación cuando la revisión médica generó dudas e interrogantes.
“Yo de acá no me voy”, le dijo el delantero al DT en ese momento de incertidumbre. “Era capaz de armar una carpa y quedarse en Cardales hasta que se definiera su pase”, graficó el Muñeco esa situación que fue una señal de la personalidad y de las ganas que tenía y tiene Alario de triunfar en River. Fue el refuerzo con menor cartel y el que más le aportó al equipo. No sólo consiguió que nadie se lamentara por la partida de Teo Gutiérrez sino que cosecha elogios y ahora alimenta su orgullo personal con la comparación con Francescoli.
Campechano y tranquilo gracias a ese ritmo con el que se crió, Alario se conforma con intentar ser como el Príncipe, ése con el que ahora comparte momentos y charlas en el vestuario y en las concentraciones. “Lucas es un delantero que pese a su juventud demuestra día a día su carácter. Tiene una gran capacidad”, lo elogió el secretario técnico, el de los ojos saltones que al Pipa le faltan. Pero le sobran voluntad, entrega, ganas y categoría para soñar con “parecerme”.
FUENTE: Olé