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Historias de la Historia de Carli Claa

08/01/2012 – French y Beruti. Los revolucionarios sin fama

 


French y Beruti. Los revolucionarios sin fama

Por Carlos C. Claá *


Pocos días más argentinos que el 25 de mayo, deben existir. El cabildo imponente, la llovizna persistente, multitudes convencidas de ser libres y, por supuesto, los repartidores oficiales de escarapela: French y Beruti. Al menos eso es lo que aprendí en la escuela.

Pero luego vienen otros, siempre hay de esos otros, a cuestionarlo todo. Ahí, uno se entera de que si llovía no podía haber paraguas porque todavía nadie los conocía por estos pagos, aunque sí los había en Europa. Aquí se usaban los parasoles, pero no eran impermeables, por lo tanto no les hubiese permitido frenar el agua.

La multitud exigiendo la retirada del Virrey Cisneros es otro mito difícil de sostener: En Buenos Aires vivían alrededor de 50 mil personas, pero sólo se había participado a los vecinos más “respetables y destacados de la ciudad”. El número de invitados fue menor de 500, y los asistentes fueron menos de la mitad.

Si uno hace la prueba de cerrar los ojos y pensar el 25 de mayo, es probable que recuerde la pintura que muestra la escena y que todos los libros escolares de historia se encargaron de repetir. Lo anecdótico es que esa obra fue pintada por L. Sánchez Peña para el centenario del país, realizada más con la voluntad de resaltar un sentimiento heroico que con fidelidad histórica. El golpe de fama se lo dio la revista Billiken, que lo publicó en 1960. De ahí en más, se construyó un arquetipo de la Revolución de Mayo, en millones de niños, que aún subsiste.

Dentro de esta iconografía armada en torno a la liberación de España, entran los desprestigiados French y Beruti. Y no es que nadie los haya olvidado, sino que su actuación se vio reducida a unos simples repartidores de escarapelas. La historia es así de inexplicable. Habrá héroes que merecían más protagonismo, otros que con poco les ha alcanzado para ser próceres. A estos revolucionarios les tocó esto en suerte: Que en cada acto del 25 de mayo se los recuerde, pero sólo como los bondadosos repartidores de la insignia patria.

Y fueron algo más que eso, aunque para su reputación quizás sería mejor que no se sepa esta parte de la historia. Por supuesto, es necesario señalar que para hacer la revolución se necesitó de gente decidida, con fuerza, que impusiera respeto e inspirara temor. Porque el pueblo no estaba convencido, como nunca lo está ante cambios tan significativos. Y era necesario de hombres que sirvieran de brazo ejecutor de las ideas que intentaban cortar el lazo que unía a la nación con la Corona.

Ambos nacieron en Buenos Aires. Antonio Luis Beruti dos años antes que su compañero de fórmula, en 1772. Estudió en Madrid y tiempo después regresó el país para iniciar su carrera política, apoyando las ideas emancipadoras.

De Domingo French un dato sobresale: A los 28 años se convirtió en el primer cartero de Buenos Aires, por lo que posiblemente haya sido el primero en desarrollar este oficio en el país. Pero, principalmente, supo destacarse en el campo militar cuando en 1806, durante la primera invasión inglesa, organizó el cuerpo de Húsares, junto a Martín de Pueyrredón. Por su inteligencia y valentía, el Virrey Liniers lo ascendió a teniente coronel.

French y Beruti, se destacaron en el grupo revolucionario que se conoció como “Los chisperos”, porque eran los encargados de encender las pasiones del pueblo. Claro que no eran oradores apasionados que convencían a la gente apelando a citas de Rousseau. Sus métodos eran violentos y poco tolerantes.

Cada uno tuvo, durante las jornadas de Mayo, un día como protagonista. El de Beruti fue el 22 de ese mes patrio, cuando interrumpió una asamblea en la que se trataba la destitución o no del virrey, presidida por el mismísimo Virrey Cisneros: “Una junta presidida por Cisneros es lo mismo que Cisneros virrey”, decretó el criollo, logrando un rechazo generalizado que postergó la decisión. La actuación estelar de French se dio cuando un grupo de realistas intentó disolver la reunión que se había decretado para días después.

El 25 de mayo, “Los chisperos” se hicieron presentes en la plaza, frente al Cabildo, para esperar la resolución de la sesión. Este grupo había manipulado la lista de invitados, de manera que muchos realistas no habían concurrido a la junta y el resultado, por supuesto, debía favorecer a los patriotas.

Aquí viene la clásica historia de la distribución de las cintas patrias. Pero el sentido nacional e inocente que le ha dado la historia no es el correcto. Este símbolo se utilizaba para diferenciar a los leales de los enemigos. Y si bien la iconografía las muestra celestes y blancas, aún hoy es un debate abierto. María Sáenz Quesada asegura que eran de color blanco, para reflejar la unidad entre Europa y América, mientras que la Doctora en Historia Marcela Ternavasio explica que eran de color rojo, como la corona, y celeste, como los borbones.

Por otra parte, cuentan algunos historiadores que, como la reunión se extendía demasiado, Antonio Beruti irrumpió en el Cabildo al grito de: “No estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces. Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. Sí o no, señores. Decirlo ahora mismo. No estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños. Porque si volvemos con las armas en mano, no responderemos a nada”.

Horas más tarde, los revolucionarios se decidirían por la destitución del Virrey Cisneros. Pero por la demora, cuando salieron a comunicarlo a “su pueblo”, la gente ya se había cansado de esperar y eran pocos los que aún aguantaban en la Plaza Mayor. La imagen del balcón del cabildo repleto de patriotas y una multitud arengándolos desde la calle es, por supuesto, otro estereotipo que los manuales de historia se encargaron de construir.


*Abogado, diplomado en Historia Política Argentina. Estudiante de Periodismo.

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