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Historias de la Historia de Carli Claa

18/12/2011 – Aquellos locos que querían volar

 


 

Aquellos locos que querían volar

Por Carlos C. Claá *


El comienzo de la aeronavegación en el país es divertido. Entre divertido y raro. O entre raro y trágico. Tal vez una mezcla de todas esas cosas y un poco más. Porque el intento de comienzo no fue tal, sino solo un acto fallido. Luego se sucedieron infortunios que, lejos de amilanarlos, los impulsaron a seguir intentando. Porque claro, aquellos que se aventuraban a despegar sus pies de la tierra en armatostes inseguros y poco probados, no eran el monumento al cuerdo. Eran apasionados, aventureros o locos. Pero marcaron una época e introdujeron en el país uno de los medios de transportes más importantes de la actualidad.

1856 pudo ser el año, porque en la primavera desembarcó en Buenos Aires un francés con un globo aerostático. Monsieur Lartet venía de fracasar en sucesivos intentos en Brasil y Uruguay, pero, claro, ante la inexistencia de internet, las noticias viajaban más lentas que los barcos. Por lo tanto Lartet llegó primero y armó un revuelo con sus explicaciones de aquel monstruo de gas que se debía elevar en el cielo azul rioplatense. Los diarios descubrieron la noticia y la propagaron, de tal manera que el día en que el francés debía hacer el intento, cientos de personas esperaban ansiosos por verlo volar. Inclusive se había armado una tribuna y cobraban entradas para ver la actuación de manera privilegiada y poder acceder al galpón donde aquella piñata descomunal se llenaba de gas.

Tanta expectativa para nada, porque por el volumen del viento, el globo apenas se despegó del suelo y se fue arrastrando hasta chocar con una casa.

La gente repudió al francés y, lo que momentos antes eran aplausos y ovación, se transformaron rápidamente en burlas y abucheos. Exitismo criollo, que le dicen. A pesar de eso, el perseverante francés pidió disculpas y se comprometió a arreglar la nave y volver a intentarlo.

El 10 de noviembre, once días después del primer intento, Lartet citó al pueblo de Buenos Aires a que volviera a vislumbrar su revancha. Aunque la gente regresó, el ímpetu no era el mismo. El público vio como se acomodaba en su canasto, como daba instrucciones para que soltaran amarras y como comenzaba a elevarse. Parecía que venía de éxito la cosa, pero el europeo no estaba de racha, porque el globo se enredó con las aspas de un molino y se salió de control.

Lartet pudo salvarse saltando al techo de una casona, pero de lo que no se salvó fue de conocer los calabozos porteños. La policía esperó a que bajara y lo llevó a la comisaría: Preso por estafador. No estaban dispuestos a tolerar que un europeo viniera a jugar con sus ilusiones y fantasías y se las llevara de arriba.

Un mes detenido y, mientras tanto, ideando su nuevo viaje. Perfeccionando la técnica, corrigiendo las fallas, insistiendo con que lo dejaran probar una vez más. A mediados de diciembre accedieron a su petición. Lo llevaron a un descampado y, esta vez con menos público, subió a su globo, soltaron amarras y se elevó. Pero hasta ahí nomás. Después de recorrer una decena de metros en el aire se choco una casa y el canasto se dio vuelta. Fue a parar a un patio, se quebró varias partes de su cuerpo y debió ser hospitalizado. Esta vez no volvió a insistir. Una vez dado de alta, juntó sus cosas, guardó su globo y se volvió a Francia.

Esa fue la primera vez que en Buenos Aires se vio una nave que tratara de surcar el cielo. Y a un loco que se animara a intentarlo.

Tardaron muchos años en volver a probar suerte con eso de despegar los pies de la tierra. Aarón Martín Felix Anchorena –quien había sido enviado a Europa a estudiar-, se enamoró de los globos, compró el “Pampero” y lo trajo a Argentina. El 25 de diciembre de 1907, él junto a Jorge Newbery, partieron hacia Uruguay. Aunque el viaje fue un éxito, Anchorena debió retirarse de la actividad tras el ruego de sus padres, que sabían del peligro que corría. Por lo tanto, su última acción fue crear el Aero Club Argentino, primera entidad de este estilo en el país, y donar el “Pampero”.

Un año después, Eduardo Newbery, hermano menor de Jorge, dentista y aficionado a los deportes acuáticos, utilizaría por última vez el mítico globo. Partió junto a Eduardo Romero y 10 palomas mensajeras. Tras medio día, ya habían perdido su rastro. Y nunca pudieron encontrarlos.

Vecinos de Bahía Blanca denunciaron haber visto una luz blanca en el cielo. Pero en los siguientes días llegaron reportes desde Neuquén, en los que se notificaba la aparición de una luz que producía destellos en la noche. Un salvavidas medio roto apareció por otro lado y, así, la historia fue deambulando de un lado a otro de Argentina. Para colmo, para hacerlo todo más confuso y misterioso, una paloma mensajera apareció en las cercanías de La Plata, pero después otra apareció en Concepción del Uruguay.

El hermano del desaparecido, Jorge Newbery, siguió promoviendo y realizando viajes. Rompió records de distancia y duración de vuelos con su globo “Huracán”. Aquel que quedó inmortalizado en el escudo del club de Parque Patricios, que al ascender de categoría le pidió permiso a Newbery para poner en su escudo al globo que ascendía como ellos.

Mientras tanto, otra actividad comenzaba a hacerle sombra a los globos de aire caliente. Se trataría de la aviación. Pero por esos años todavía no estaba definido qué medio de transporte podía ser mejor. El avión era más rápido, sin dudas, pero no tenía la seguridad, ni la duración que podía obtenerse con un aerostato.

En 1912 llegaría al país el mítico Rolland Garros, eximio aviador y tenista aficionado que vendría, con su avión embalado en un barco a vapor, a demostrar las cosas que podían hacerse arriba de un aeroplano.  Gracias a la aviación también arribaría Antoine Jean Baptiste Marie Roger de Saint-Exupéry –Antoine de Saint-Exupéry-, quien escribió en el país Vuelo Nocturno y más adelante realizaría El Principito.

En los años que vendrían, los globos irían cediendo terreno hasta transformarse, casi exclusivamente, en un objeto de atracción turística. Mientras que los aviones irían evolucionando hasta convertirse en uno de los medios de transporte preponderantes en el mundo. Pero eso ya es otra historia.

 

*Abogado, diplomado en Historia Política Argentina. Estudiante de Periodismo.

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