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La Selección que se ganó el respeto y el cariño de todos


La Selección que se ganó el respeto y el cariño de todos

La Selección perdió la final con Alemania, pero se ganó el respeto y el cariño de todos los hinchas porque dejó el alma en la cancha.

Los sueños son los motores de la vida. Cuando hay un sueño por cumplir el cuerpo se alimenta de esa ilusión y va en busca del objetivo.

La Selección tenía un sueño gigantesco que acarició hasta casi el final del interminable partido frente a Alemania. Se había puesto anteojeras y nada podía distraerla. Miraba para adelante, empujaba con todo porque quería tocar el cielo con las manos.

Ese sueño lo tenía vivo en el corazón y en la piel, por más que las piernas fuesen perdiendo fuerza y la mente lucidez.

Parecía que el equipo de Sabella ya había puesto el foco en los penales cuando Mario Götze la paró con el pecho dentro del área, se la cruzó al arquero Sergio Romero y con su gol le bajó la persiana a ese sueño.

Faltaban apenas ocho minutos para intentar en esa ruleta en la que el miércoles último Chiquito Romero se había vestido de héroe ante los holandeses, para atrapar una Copa que resulta esquiva desde 1986 y que, por primera vez en la historia, la conquista un europeo en tierra americana.

Lo único que tenía sentido era demostrar que se había dejado todo. Que la camiseta azul que por primera vez usó en el torneo (no por decisión propia sino porque le tocaba a Alemania elegir) tenía que ser entregada empapada en sudor y lágrimas, llena de amor por los colores. Había que “morir” de pie como lo hizo la Selección.

Por eso no hay espacio para los reproches. Se dejó todo. Como dijo Maradona: “En una final el corazón te sale por la boca”. Y así terminaron los jugadores, envueltos en el dolor, con las lágrimas de Marcos Rojo, del Kun Agüero y de Angel Di María. Con los ojos vidriosos de Javier Mascherano masticando la bronca de ese sueño perdido.

Así lo manifestaron las redes sociales que enviaron su sentencia con apenas tres palabras conmovedoras: “Héroes otra vez”.

El equipo de Sabella jugó el mejor partido desde que pisó Brasil. Se movió con inteligencia en el primer tiempo buscando que Alemania se desgastase y cambió en el segundo, un poco para desorientar a su rival y otro poco porque vio la posibilidad de meterle un golpe de nocaut yendo al frente.

Ni las bombas de estruendo que explotaron durante casi toda la noche en los alrededores del hotel donde estaba concentrada la Selección en la vigilia, con el único motivo de impedir su descanso, podía desviarlo del camino.

Por supuesto que también sintió el esfuerzo de haber jugado dos alargues en el torneo. Frente a Suiza por octavos y ante Holanda en la semifinal. Que el físico y la mente ya no ofrecían las mismas respuestas. Porque enfrente tenía a un rival que había jugado un solo alargue (ante Argelia en octavos) y había pasado con lujos la semifinal con una goleada demoledora que dejará huellas para siempre en Brasil. Un 7-1 histórico, humillante.

Los goles esquivos que no pudieron concretar el Pipita Higuaín en el primer tiempo, Messi después y Rodrigo Palacio en el suplementario ya eran un lamento lejano.

La Selección le jugaba de igual a igual al mejor equipo del Mundial. Le discutía el cetro con dignidad e inteligencia.

Se hacía sentir el aliento de los argentinos, porque allí en ese rincón de Río de Janeiro latía el pulso de todo un país. No le quitaron el apoyo al equipo en ningún momento y le tocaron las fibras más íntimas cuando dejaron de cantar “Brasil, decime que se siente …” y entonaron el himno, en esa versión “futbolera” que sonó antes de iniciar cada encuentro.

No hay caso. Sigue vigente la maldición del Grupo F. Nunca salió campeón un equipo que surgiera de esa zona. Algunos pensaron que la F, que también es de Francisco, el Papa, podía cambiar la historia. Pero se ve que no es suficiente.

La Selección, con sus guerreros, vivió su noche de tristeza, pero resurgirá esta mañana envuelta en el afecto de la gente cuando regrese a Buenos Aires, cuando llegue al Obelisco. Para que se entienda: la gloria se la llevan los campeones, pero del segundo se acuerdan todos si se gana el respeto dejando el alma en la cancha.

El uno por uno: cómo rindieron los 23 jugadores en la Copa

El repaso final con la actuación de todos los jugadores del equipo de Sabella, que terminó como subcampeón tras caer en la final ante Alemania en el estadio Maracaná

Sergio Romero (7 PJ): era una de las dudas antes de que comience el Mundial, pero demostró que tenía el nivel adecuado para ser titular. Estuvo seguro para cortar y capturar centros, para volar ante algún remate cruzado, para jugar con los pies, sacar largo y hasta para ser héroe en una serie de penales. Sus mejores partidos fueron ante Irán y Holanda. En la final, cumplió en las jugadas peligrosas y no tuvo responsabilidad en el gol de Götze. Uno de los pilares del equipo.

Pablo Zabaleta (7 PJ): siempre fue opción por derecha, con más o menos profundidad en los distintos partidos, pero fue un apoyo constante. Mucha entrega y marcaje. Su proyección fue disminuyendo a medida que el equipo avanzaba hacía la final. En el último partido, tuvo que despejar varios centros pasados que llegaron desde la derecha del ataque alemán. Un papel muy correcto.

Ezequiel Garay (7 PJ): no se complicó nunca y su capacidad de despeje fue vital. Su punto más alto fue el juego aéreo. Impasable con la pelota en el aire. Fue de menor a mayor, e influyó mucho el cambio de pareja para la segunda parte del torneo. Convirtió su penal ante Holanda. El mejor del fondo.

Javier Mascherano (7 PJ): siempre regular, con una entrega inigualable. Nadie corrió como él. Siempre atento para apagar los incendios y tapar los huecos. Arengó al equipo dentro y fuera del campo. Solidaridad pura. Se acercaba a los centrales para facilitarles la salida, y a la jugada siguiente se mataba por recuperar la pelota. Si se equivocaba, buscaba corregir con inmediatez. El alma combativa, la voz de mando. Tuvo una final algo desprolija, con una amonestación, pero así y todo, no descansó un segundo en su afán de ganar. Fue el mejor argentino. Sólo la primera fase mundialista de Messi podría discutirle ese puesto.

Lucas Biglia (7 PJ): otro de los ingresos del equipo. Pasó de ser cambio de cierre a titular indispensable. Su tarea recuperadora y orden posicional fueron muy importantes cuando se necesitó equilibrio en los partidos importantes. Su tarea de ladero de Mascherano era clave para poblar el mediocampo y no quedar expuestos en los ataques contrarios. No estuvo tan fino en la distribución y tampoco aportó verticalidad, pero nunca regaló la pelota. Cumplió con sus tareas.

Lionel Messi (7 PJ): de mayor a menor. Tuvo una primera fase llena de genialidades y explosión. Los primeros partidos los jugó en los últimos metros, donde marcó goles fundamentales y metió al equipo en octavos de final. Con el cambio de esquema, modificó su rol. Jugó más independiente, flotando en la zona de gestación, y aunque intentó estar activo, le tocaron zonas congestionadas. Los marcajes multitudinarios lo apagaron. No pudo brillar en los últimos partidos, pero la FIFA le entregó el Balón de Oro que lo distingue como el mejor jugador de la Copa del Mundo 2014.

«El Balón de Oro significa muy poco, quería levantar la Copa», dijo Messi tras obtener el subcampeonato en el Mundial

Gonzalo Higuaín (7 PJ): favorecido con el 4-4-2 de la fase eliminatoria, donde sacó su mejor versión. Empezó como la referencia en ataque, pero perdido y aislado entre las defensas rivales. Con el cambió de dibujo se encontró con más espacio para girar y formar parte de los circuitos, no sólo ser parte de la definición. Marcó el gol ante Bélgica. Jugó, presionó y corrió todas. Aunque erró una chance muy clara en el primer tiempo de la final, cerró un torneo con un crecimiento paulatino.

Marcos Rojo (6 PJ): la profundidad de sus subidas se apagó a medida que el equipo crecía en la competencia. También era de los más criticados en la previa, pero los primeros partidos llegó mucho a posición de centro y ganó en el área rival. De hecho, hizo un gol ante Nigeria. A medida que pasaba de ronda, enfrentaba rivales más complicados y eso limitó su proyección a la ofensiva. En la final, la sombra de Thomas Müller, lo siguió constantemente. Hizo un excelente torneo.

Ezequiel Lavezzi (6 PJ): la lesión de Agüero le abrió la puerta a la titularidad. Además de aprovechar sus velocidad para generar contraataques, con arranques y apiladas como factor de peligro, mostró una faceta defensiva interesante. Se acopló a un sistema de repliegue con mucha capacidad de marcaje y con disciplina para el retroceso. Tanto por izquierda, como por derecha, sirvió para recorrer todo el carril y ser ofensivos sin perder estabilidad.

Fernando Gago (6 PJ): cuando ingresó ante Bosnia pareció el indicado para aportar verticalidad, conexión con el ataque, salidas limpias y soporte para Messi. No pudo sostener el nivel, y en el cambio de esquema, le cedió su lugar a un jugador con características más defensivas (Biglia). Se sumó en algunos partidos como alternativa, pero ya sin la misma influencia que tuvo en el 4-3-3 del inicio de ciclo.

Sergio Agüero (5 PJ): decepcionó y la lesión no lo ayudó. Nunca hizo pie en la ofensiva, no tuvo chances de peligro, no eludió con espacios, fue varias veces anticipado por los defensores que lo marcaron a lo largo del torneo. Tuvo una primera fase muy discreta e irregular. Los últimos partidos jugó recién recuperado de un desgarro, se notó que no estaba al 100 por ciento.

Rodrigo Palacio (5 PJ): tuvo iniciativa, movilidad y desmarques, pero cuando le tocó quedar de cara al gol, no resolvió bien. Siempre entró en las segundas partes para reemplazar a Higuaín y ser el hombre más adelantado del equipo, pero careció de peso ofensivo.

Ángel Di María (5 PJ): una lesión lo dejó fuera de la semifinal y de la final, pero era un titular indiscutido del equipo. Llegó como uno de los que más corrieron en la temporada, de los últimos en sumarse al grupo, pero fue protagonista en la ofensiva y en el retroceso cuando le tocó jugar. Probó mucho de media distancia, sobre todo cuando se colocó sobre la derecha. El equipo extrañó su talento e improvisación. Dejó su sello en los octavos de final con un gol agónico ante Suiza.

Federico Fernádez (4 PJ): mantuvo su titularidad hasta la segunda ronda. Sus desconciertos en algunos movimientos defensivos, su inestabilidad para los marcajes individuales, sus desatenciones para acompañar los movimientos sin pelota de sus marcas y algunos desacoples en defensa, hicieron que le deje su lugar a Demichelis.

Martín Demichelis (3 PJ): un descubrimiento del entrenador. Fue la mejor carta que jugó Sabella en la segunda fase, ya que con su ingreso, la estabilidad de la primera línea estuvo garantizada. No sólo cruzó, anticipó y marcó con firmeza, sino que potenció a su compañero de la zaga central. Siempre resolvió de manera acertada y hasta actuó de primer pase. En el podio defensivo.

Enzo Pérez (3 PJ): una grata sorpresa, en ataque y defensa. Si bien la final la jugó limitado por la subida de Lahm (en el primer tiempo) y por la movilidad de Kroos (en la segunda etapa), ante Holanda mostró que podía ser el encargado de iniciar un ataque con pelota dominada. Despliegue ofensivo y desgaste defensivo en un mismo jugador. Cuando parecía que podía quedar fuera de los convocados, terminó como uno de los puntos altos.

José Basanta (2 PJ): el suplente de Rojo. Mucho menos profundo, sin oficio para pasar al ataque, pero lo suplanto con marcajes correctos. Cumplió cuando le llegó la hora de ser parte del Mundial. Tenía que reemplazar a uno de los puntos más altos del equipo y lo hizo sin cometer errores trascendentales.

Maxi Rodríguez (2 PJ): comenzó como titular, pero el 5-3-2 no prosperó y tuvo que esperar a la segunda fase del Mundial para volver a pisar el campo. Colaboró en coberturas y le dio aire al equipo. Pateó el penal más difícil de todos, el que decretó que la selección argentina volviera a jugar una final mundialista tras 24 años.

Hugo Campagnaro (1 PJ): fue titular en el debut, pero su aventura duró 45 minutos. El 5-3-2, con él como uno de los centrales, dejó muchas dudas y no prosperó. En su participación colaboró con despejes, pero también se mostró incómodo y se transformó en una molestia para el primer pase.

Ricky Álvarez (1 PJ): reemplazó a Messi ante Nigeria. Generó preocupación a los rivales, fabricó faltas. Nunca cedió fácilmente la pelota, ni en la incomodidad de varias marcas en simultáneo. Cumplió en su corto debut mundialista. Tiene proyección a futuro.


FUENTE: Clarín – Infobae

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