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Historias de la Historia de Carli Claa

21/08/2011 – De cuando los ingleses quisieron devolver las Malvinas

 


De cuando los ingleses quisieron devolver las Malvinas

 Por Carlos C. Claá *


La historia oficial de las Islas Malvinas es conocida por todos. En la escuela se estudia que el archipiélago está ubicado a 500 km de territorio continental argentino y a 13 mil del inglés. Que fue invadido en 1833 por Inglaterra y que, desde allí, Argentina no volvió a ejercer soberanía.

Lo que esa enseñanza de manual se olvida de contar, y que en honor a la verdad, a las víctimas de la injustificada guerra y al pueblo argentino –que aún sueña con recuperar el dominio exclusivo de las islas-, es que las Malvinas intentaron ser devueltas por vías diplomáticas y que, por distintas razones, el gobierno argentino se negó a recibirlas.

Cada 2 de abril se recuerda a los 650 argentinos caídos en esos terroríficos tres meses de conflicto de 1982, en que el gobierno militar decidió jugarse su destino, en un evidente “manotazo de ahogado”, para recobrar el poder que perdía abruptamente.

Lo que no se dice, y que apenas se conoce, es que aquella guerra hundió todos los intentos diplomáticos de Gran Bretaña por devolver la soberanía. Y, además, le dio un motivo más para rehusarse a la devolución del archipiélago: Argentina planteó las hostilidades, ellos defendieron lo que creían suyo y –dentro de las reglas de la guerra- fueron quienes triunfaron.

En febrero del corriente año, se desclasificaron en Londres dos cartas secretas de diplomáticos ingleses, en las que se hace referencia a las negociaciones que se llevaban a cabo con Argentina para devolver las Malvinas. Las cartas estaban fechadas en enero de 1968, cuando en el país gobernaba el militar Juan Carlos Onganía.

El ofrecimiento era simple: Reconocer la soberanía argentina después de un plazo acordado –que debía ser entre los cuatro y diez años siguientes-. Tenían organizada una visita de la reina Isabel II –confirmada por su secretario personal- y el funcionario británico Lord Chalfont había viajado al archipiélago para explicarle a los kelpers –habitantes de Malvinas- la conveniencia de pasar a ser parte de Argentina.

Aquellas negociaciones nunca pudieron cerrarse. Aún así, hubo más intentos por llegar a un acuerdo.

Durante la década del 70 se realizó un informe en el que se pormenorizaban el potencial económico de las islas –las reservas ictícolas, petrolíferas y de gas natural-. Sin embargo se aclaraba que sin la ayuda de Argentina, estos recursos no podían ser explotados.

Cuando Margaret Tatcher se convierte en la primera ministra inglesa, en 1979, se reactivan las negociaciones con el gobierno Argentino. Quien posteriormente se convertiría en “la dama de hierro”, era mucho más flexible en sus primeros años.

En esa oportunidad, Inglaterra le ofreció a Argentina –presidida por Jorge Rafael Videla- que administrara las islas y se las “arrendara” por un período determinado. Lo que en derecho se conoce como retroarriendo o leaseback. Según cuenta Andrés Cisneros –ex vicecanciller de Argentina- la respuesta del dictador fue tajante: Le devolvían la soberanía antes de diciembre, o nada. Así como habían llegado, los ingleses se retiraron ante tan desafortunada respuesta. Por supuesto, Argentina se quedó sin nada.

El periodista y político Rodolfo Terragno, tuvo acceso a archivos de la cancillería inglesa. Según sostiene, desde 1910 hay documentos que prueban que en Londres sabían que no tenían derechos sobre las Islas Malvinas.

En un memorando fechado en 1936, un asesor legal del ministerio de relaciones exteriores inglés desaconsejaba someterse a un arbitraje internacional: “Nuestra posición tiene ciertas debilidades. Pues nosotros hemos ocupado las islas durante más de un siglo y por razones estratégicas no podemos renunciar a ellas”, explicaba.

Ese mismo año, el jefe del departamento americano del mismo ministerio, John Troutbeck, argumentaba que: “La captura de las islas Falkland en 1833, fue un procedimiento arbitrario. No es, por lo tanto, fácil explicar nuestra situación sin quedar como unos bandidos internacionales”.

Hay un documento de 1940 que aún resulta un misterio. Se llama: “Oferta hecha por el gobierno de Su Majestad para reunificar las islas Falkland con la Argentina y aceptarlas en arriendo”. Solo trascendió el nombre, pues recién será desclasificado en el 2015, por lo tanto su contenido es enigmático. De cualquier manera, el título del informe alcanza para entender que se trató de otro de los ofrecimientos ingleses para arribar a un acuerdo por el archipiélago.

Desde principios del siglo XX Inglaterra venía retrocediendo en su posición. Como demuestran los ejemplos anteriores, estaban acorralados por la falta de argumentos y lo sabían. A pesar de que los malos trabajos diplomáticos argentinos no habían conseguido un acuerdo, esa era la vía correcta. Gran Bretaña estaba asfixiada y, tarde o temprano, cuando Argentina agudizara su ingenio para negociar y con la ayuda de las Naciones Unidas, las Malvinas volverían a su dueño natural.

Pero el 2 de abril de 1982, se produjo el vuelco que el país nunca debía haber realizado, y el regalo que Inglaterra nunca había esperado. El gobierno nacional le planteó la guerra a una Inglaterra en crisis y a una Margaret Thatcher que necesitaba el apoyo popular.

La primera ministra, que se convertiría en “la dama de hierro”, actuó con celeridad, mando tropas mejor preparadas, armadas y, hasta, alimentadas, y sin demasiadas dificultades recuperó el territorio. Generó una ola de entusiasmo patriótico en Inglaterra y se ganó el argumento que necesitaba.

Gracias a la guerra que Leopoldo Galtieri esbozó, en Inglaterra revivió el sentimiento de que las Falkland eran británicas. Es probable que si la nación hubiese seguido actuando por vía diplomática, las islas Malvinas serían Argentina.

Pero los sucesivos errores políticos mantienen alejado al pueblo de aquello que solo el patriotismo une.



*Abogado. Diplomado en Historia Argentina. Estudiante de Periodismo.

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