San Martín, el discutido sin discusión
Por Carlos C. Claá * – A mi abuelo Horlando, cuyos libros sirvieron para detallar este artículo.
A 195 años del Cruce de Los Andes.
Desde la Revolución de Mayo de 1810, Argentina ya era libre. Pero no tanto. Porque el esfuerzo inicial por dejar de depender de la Corona española no había alcanzado, y el impulso había dejado lugar a un estancamiento propio de la resistencia que imponían los americanos y europeos leales a la madre patria, quienes aún mantenían su poder en Perú.
Por eso, es bien sabido, que el cruce de Los Andes que se inició en días como éstos, pero de 1817, fue sumamente importante para la liberación de Latinoamérica.
Hacer referencia a la emblemática travesía es hablar del general José de San Martín. El militar argentino es quien recogió todos los honores de aquella aventura, aunque, demás está aclararlo, nadie puede dudar que el cruce se realizó con el necesario aporte de miles de patriotas que, en mayor o menor condición, influyeron en que aquella campaña se transformara en la piedra fundamental de la liberación de los países del sur de América.
Investigaciones históricas han intentado demostrar –algunas con mayor suerte– que la idea original del cruce a Chile no surgió del intelecto de San Martín. En su mayoría hablan de generales que habían expresado o dejado constancia en alguna carta la necesidad de ayudar a los países hermanos a conseguir su independencia para afianzar la de Argentina.
En respuesta a esta tesitura, otros opinan que fue el Libertador de América quien aguzó su ingenio para pensar, proyectar y ejecutar el plan. “La idea de expedicionar a Chile no puede reconocer más remota fecha que la pérdida de aquel reino a consecuencia de la desastrosa batalla de Rancagua, librada el 1 y 2 de octubre de 1814”, manifestaba en un antiguo artículo el escritor Clemente Fregeiro, explicando que, antes de esa fecha a nadie se le hubiese ocurrido pensar en que sería necesario liberar al país trasandino.
Pero la discusión a la que se somete a tamaña travesía no tiene demasiado sustento, ni importancia, si se parte de la base de que las ideas no tienen dueño, ni fechas de nacimiento. Si aún hoy las leyes de propiedad intelectual indican que las ideas son de dominio público, menos certeza podía haber hace casi dos siglos atrás.
De cualquier manera, haya sido un rapto de genialidad de José de San Martín, o bien una idea que llevaba años gestándose y fue a madurar justo en 1817, poco importa. Acaso, ¿restaría mérito a los más de cinco mil milicianos que, seguramente con más dudas que certezas, se aventuraron 21 días a tres mil metros sobre el nivel del mar, con días de 30 grados y noches de menos 10, para luchar por una nación que no era la suya?.
Algunos autores reclaman que ciertos personajes no han tenido el reconocimiento suficiente. Como el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Martín de Pueyrredón, quien recibía, e intentaba satisfacer, a pesar de las críticas, las constantes demandas económicas del General. Para muestra, sobra la carta que el Director le envía a San Martín el 2 de noviembre de 1816, en la que, además de detallar lo que envía, agrega: “Va el mundo. Va el demonio. Va la carne. Y yo no sé cómo me irá con las trampas en las que quedo para pagarlo todo; a bien que en quebrando, cancelo deudas con todos y me voy yo también para que Ud. me de algo del charqui que le mando; y carajo, no me vuelva usted a pedir más, si no quiere recibir la noticia de que he amanecido ahorcado en un tirante de la Fortaleza…”.
Otro de los que merecieron más atención fue Tomás Guido, cuyas Memorias fueron fundamentales para que Pueyrredón diera su apoyo a la campaña libertadora de Chile y Perú. Sin embargo, Guido supo vivir a la sombra de San Martín, sin reclamar la autoría del plan. Más de tres décadas después del inicio de la expedición, publicó una carta contando cómo había logrado convencer al Director Supremo, con sus conocimientos previos acerca de cruzar Los Andes, llegar a Chile y trasladarse hasta Perú. El historiador Pedro de Angelis, escribía: “Su modestia o sus relaciones con el General San Martín, a quien siempre había oído pregonar como el autor de aquella heroica y acertada expedición, no debían haberle hecho sacrificar por tanto tiempo su propia gloria”.
Entre el 18 y 19 de enero de 1817, el Ejército de Los Andes, que se había comenzado a formar tres años atrás, partió de El Plumerillo, en las adyacencias de Mendoza, divididos en dos columnas. La principal cruzó por el paso de Los Patos, mientras que la secundaria lo hizo por Uspallata. 5.423 hombres abrigados con ponchos, franelas y frazadas, anduvieron durante 21 días entre las alturas de la cordillera para llegar al país vecino a luchar con el ejército realista.
¿Importa si San Martín no gozaba de un buen estado de salud y debió realizar muchas partes del cruce en camilla?¿O si la idea original no le perteneció? Lo trascendente es que un ejército de tantos hombres, alimentados y abrigados precariamente, y sabiendo el riesgo que corrían, se hayan encolumnado tan fielmente tras las órdenes de un hombre.
“La grandeza de San Martín, su genio creador y sus altas cualidades de estratega no residen en una hipotética y trasnochada originalidad de la idea, sino en la maravillosa realización del plan”, explica con maestría el libro Crónica Argentina, de autores varios, editado en 1968. La historia no se hace con intenciones, sino con hechos. Por eso, como agrega el mismo libro: “Las acciones de San Martín son el verdadero, sólido e indestructible pedestal de su monumento”.
*Abogado, diplomado en Historia Política Argentina. Estudiante de Periodismo