Conocé nuestros servicios
Sábado 23 Noviembre, 2024 01:46

Música en la Soon


Ver programación

Historias de la Historia de Carli Claa

25/09/2011 – Homenaje a Bordabehere

 


Homenaje a Bordabehere

 

Por Carlos C. Claá *


En 1889; el año en que se inauguraba la torre Eiffel en París, que nacía en Austria Adolf Hitler y en Inglaterra Charles Chaplin; aparecía en Montevideo, Uruguay, Enzo Bordabehere. Fue un 25 de septiembre cuando comenzó su vida este escribano y político argentino, quien, desgraciadamente, trascendió la frontera del olvido a causa de su trágica muerte. Fue la primera y única vez que un legislador fue asesinado en el recinto del Congreso.

Esta historia es un ejemplo de cómo una acción, solo una acción, puede convertir en protagonista y en figura trascendental a un hombre que actúa con coraje en el momento oportuno. Pero para ese día faltaban más de 45 años, desde el aquel 25 de septiembre de 1889.

A los pocos años de vida, Bordabehere se radicó en Rosario. Allí creció, estudió abogacía y escribanía. Tomó a Lisandro de la Torre de maestro político, y lo acompañó desde la creación del Partido Demócrata Progresista, en 1914, y por el resto de su vida política.

Desde ese partido fue elegido primero diputado provincial y, luego, diputado nacional por Santa Fe. En 1935 lo designaron senador nacional en reemplazo de Francisco Correa, quien había muerto poco tiempo atrás. Pero Bordabehere nunca llegó a asumir el cargo, pues su incorporación se haría luego del debate de las consecuencias del Pacto Roca-Runciman. Y en esa sesión, del 23 de julio de 1935, sería asesinado.

El principal protagonista de las asambleas de aquellos días no era Bordabehere, sino su compañero de banca Lisandro de la Torre. Él había denunciado que se estaban produciendo irregularidades administrativas e impositivas en frigoríficos ingleses y fue quien instó a que se formara un grupo investigador para zanjar la cuestión.

Aquella comisión descubriría fraudes al fisco y evasión de impuestos. Pero su trabajo sería muy dificultoso, pues los frigoríficos ingleses se oponían a las auditorías y no permitían ver los libros de contabilidad.

El senador socialista Alfredo Palacios descubrió un valioso dato: Los libros de cuentas del frigorífico Anglo estaban escondidos en la bodega de un barco que zarparía a Inglaterra, en un cajón de carne conservada.

El 11 de junio, Lisandro de la Torre comenzó a presentar los resultados de la investigación. En su discurso lo definió como “un robo frigorífico organizado, que se cumple con la acción extorsiva de un monopolio extranjero y la complicidad de un gobierno que unas veces lo deja hacer y otras lo protege directamente”.

La presentación se desarrollaría en trece jornadas, ante la mirada atenta del ministro de Hacienda, Federico Pinedo –responsable técnico de la firma del tratado Roca-Runciman-, y del ministro de Agricultura, Luis Duhau, quien estaba directamente implicado por beneficiarse con la compra de ganado de su propiedad por las empresas investigadas.

Las sesiones estaban cargadas de agravios. De la Torre utilizaba su capacidad dialéctica para arrinconar, él solo, a los ministros acusados y éstos se defendían denigrando al anciano senador de Santa Fe.

El 23 de julio, tras un cruce de insultos entre Lisandro de la Torre y el ministro Pinedo, el primero se levantó de su banca y fue en busca de su opositor. Mientras se acercaba, Luis Duhau se interpuso para frenarlo y lo tiró al suelo. Enzo Bordabehere salió impulsado de su banca para asistir a su maestro político, pero al acercarse sucedió lo inesperado.

Ramón Valdés Cora era un ex jefe de policía devenido en matón. Siempre ligado a hechos de corrupción y violencia. Por esas épocas militaba en el partido Conservador, donde oficiaba de guardaespaldas. Nadie había notado su presencia en cada sesión de la cámara. Ese día, sin embargo, su participación iba a ser protagónica. Cuando vio a Bordabehere acercándose al estrado de los ministros, no dudó. Desenfundó su revólver y le acertó dos tiros sobre su espalda. El político santafecino, en un último esfuerzo, giro para quedar cara a cara con su agresor. Recibió un tiro de gracia sobre su pecho y cayó a agonizar en el suelo del recinto.

La película Asesinato en el Senado de la Nación, de 1984, recrea fielmente esta historia. En el final se ve a un Lisandro de la Torre “solo viejo y cansado” –como él mismo se definía-, que una vez que conoció la detención de Valdés Cora expresó: “Se sabe el nombre del matador, pero no el del asesino”. El anciano senador estaba convencido de que las balas que mataron a su compañero, iban dirigidas a él. Y que el asesinato había sido ordenado por alguien de mayor poder.

Lo cierto es que, si esa teoría fue verdad, nunca se pudo incriminar a nadie más. Valdés Cora fue el único condenado por aquel episodio. La Cámara de Apelaciones en lo Penal lo sentenció a veinte años de prisión, pero en 1953 –tras quince años de reclusión- sería indultado por Perón.

Una multitud despidió los restos del legislador en Retiro. Y más de sesenta mil personas se hicieron presentes en el velatorio, en Rosario. En aquellos actos tomaron la palabra Lisandro de la Torre, Alfredo Palacios, Mario Bravo, entre otros.

La trágica muerte de su amigo fue demasiado para De la Torre. Anciano, solo y deprimido renunció a su banca y un par de años después, en 1939, se suicidó.

El asesinato del doctor Enzo Bordabehere quedó en la historia nacional como una de las muestras más evidentes de la violencia, el fraude y el autoritarismo de aquella época, conocida por todos como la década infame.

 

*Abogado, diplomado en Historia Política Argentina. Estudiante de Periodismo.

Comentarios