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Historias de la Historia de Carli Claa

30/10/2011 – 30 de octubre de 1983: cuando las urnas dejaron de estar guardadas

 


 

30 de octubre de 1983: cuando las urnas dejaron de estar guardadas

Por Carlos C. Claá *

 

Pasaron ocho años de oscuridad, desde el 24 de octubre 1976, en que los militares instauraran la dictadura más cruel, mortífera y dolorosa de la historia nacional. Pero para finales de 1982 la luz comenzaba a aparecer. Luego de la derrota en Malvinas, el gobierno iba a ser una olla a presión.

Las urnas que estaban bien guardadas, según el presidente de facto Leopoldo Galtieri, debían ser reacondicionadas para que se volviera a elegir democráticamente a un presidente.

Mientras los militares hacían planes para salvar su integridad física y no ser juzgados luego del abandono del poder con el “Documento final sobre la lucha contra la subversión”, se comenzaban a alquilar locales para comités, unidades básicas y otros espacios políticos de todas las agrupaciones.

La Unión Cívica Radical eligió a la fórmula Raúl Ricardo Alfonsín- Víctor Martínez. El Partido Justicialista por su parte, proclamaba a Ítalo Luder- Deolindo Bittel. En honor al regreso del estado de derecho, muchas agrupaciones decidirían participar: el Partido Intransigente, el Movimiento de Integración y Desarrollo, la Alianza Demócrata Cristiana, la Unión del Centro Democrático, entre otras.

El candidato radical fue el primero en comenzar la campaña electoral. El periodista Carlos Quirós, quien lo acompañó durante aquellos meses, escribía en Clarín: “Alfonsín parece una bola de nieve. Sus actos concentran cada vez más gente”.

Mientras tanto Luder, de manera arrogante y soberbia, demoraba el inicio de sus actos y sostenía ante el mismo Quirós: “Cuando se ponga en movimiento, en pocos días, la maquinaria peronista, se acaba la fantasía radical”.

El pasado favorecía al vaticinio del peronista, pues la U.C.R. nunca había podido derrotar en comicios presidenciales al justicialismo.

El 27 de octubre, tres días antes de la votación, Raúl Alfonsín cerraba su campaña ante un millón de personas en la emblemática avenida 9 de Julio. En un eufórico, pero moderado discurso, decía: “Vinieron a decirnos que nos traían la paz, y traían la guerra”. “El pueblo unido, sin distinciones de peronistas y antiperonistas, radicales y antiradicales, hará su tarea para defender los derechos de todos”, y completaba: “No va más, se acabó. Es una Argentina honrada y moral, la que viene”.

El día posterior, el Partido Justicialista se reunió en la misma avenida para hacer su acto de cierre. La cifra fue similar, aunque algunos historiadores apuntan que la cantidad de gente era algo mayor. Sin embargo, el resultado de aquella jornada ayudaría a torcer el rumbo de la elección, por una acción infantil e injustificada realizada por un dirigente sindical.

Herminio Iglesias era candidato a gobernador en Buenos Aires. Sus agresivas declaraciones lo habían hecho conocido entre sus pares justicialistas y enemigo principal del radicalismo. Había dicho, entre otras cosas que Alfonsín era un “gusano” y un “mal nacido”. Esa noche, cuando Ítalo Luder terminó su discurso, hicieron subir al escenario un ataúd y una corona con la insignia radical. Iglesias los prendió fuego.

Aún se discute la influencia de aquel hecho en las elecciones posteriores. Algunos historiadores sostienen que la ciudadanía, hastiada de tanta violencia, repudió ese accionar y se volcó en las urnas por la unidad y serenidad que prometía Alfonsín.

Un día antes de las elecciones se levantó el estado de sitio que había sido decretado en 1974, casi una década atrás.

El 30 de octubre de 1983, el pueblo entero concurrió a sufragar. La cifra de votantes de aquella elección se ha convertido en una de las más altas de la historia nacional.

Más de siete millones y medio de personas eligieron al doctor Raúl Alfonsín -el 51,8 % de los votantes-. Ítalo Luder fue segundo con el 39,9 %. Entre los demás partidos, el voto en blanco y los anulados se repartieron el 8 % de los sufragios restantes.

El presidente electo, los diputados y senadores y la Juventud Radical se reunieron en el Comité Nacional del partido. Festejaron al grito de: “Siga el baile, siga el baile, al compás del tamboril, democracia para siempre, de la mano de Alfonsín” y el hit que venía escuchándose desde hacía meses: “Se van, se van y nunca volverán”.

Hasta la actualidad, los cánticos gozan de buena salud. Pues los militares no han vuelto a aparecer y la democracia está cumpliendo su ciclo ininterrumpido de vida más largo de todo el siglo XX y el actual XXI. 28 años de un estado de derecho.

El escritor Ernesto Sábato, con motivo de la vuelta de la democracia, publicó: “Aceptémosla como es. Es decir, mediocre y falible, pero criticable y superable. La democracia es siempre un esfuerzo grandísimo que debemos hacer”. Y completaba: “En todo caso, no será viviendo en dictadura como aprendamos a hacer un día la democracia. De otra manera, habría que suponer que lo mejor para aprender a caminar es permanecer atado a una silla”.

Los festejos por la victoria de Raúl Alfonsín siguieron hasta el 10 de diciembre, día en que asumió como presidente de los argentinos. Siempre, en sus actos, hacía alguna referencia al ex mandatario Arturo Illia, quien había muerto en enero de ese año, envuelto en la humildad que lo caracterizaba y en la pobreza, sin recibir más honor que el cariño de la ciudadanía.

El 31 de marzo del 2009 murió Raúl Ricardo Alfonsín. En el discurso de su cierre de campaña- el 27 de octubre de 1983, antes del regreso de la democracia, le dijo al pueblo argentino: “Si nosotros cumplimos con nuestro deber, nuestros nietos nos van a honrar como nosotros honramos a los hombres que hicieron la organización nacional”. Tras su muerte, millones de personas recordaron afectuosamente al líder radical, con las pompas con que se reconoce a los próceres nacionales.

 

*Abogado, diplomado en Historia Política Argentina. Estudiante de Periodismo.

 

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