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En Boca y en Vélez, las hermanas Aispurúa extienden la dinastía

Las hijas del ex basquetbolista Sergio Aispurúa, actual director técnico del Club Atlético Tostado, mantienen la racha ganadora. Las dos acaban de festejar sendos títulos en lo suyo. 

Natalia y Sofía Aispurúa llevan el deporte en los genes: son hijas de Sergio, reconocido ex jugador de basquet (además de integrar la Selección Argentina, jugó en Deportivo Morón, Argentino de Firmat, Ferro, Peñarol, Gimnasia de Comodoro Rivadavia e Independiente de General Pico, entre otros) y actual entrenador. Y ambas cerraron el 2014 festejando: Natalia (23 años) salió campeona de vóley jugando para Boca Juniors y Sofía (19 años) de básquet jugando para Vélez. Las hermanas son, además, habituales convocadas a las Selecciones Nacionales. Boca conquistó, por tercer año consecutivo, la División de Honor Femenina Metropolitana al vencer en la final a Gimnasia y Esgrima La Plata, tras caer por 3 sets a 1 en el primer partido y ganar por el mismo resultado los dos siguientes. En el Final Four del Metropolitano Femenino, Vélez se impuso a Unión Florida (65-55), Lanús (62-51) y Deportivo Berazategui (70-58).
Sobre el logro obtenido, Sofia, que juega de ala pivote, evoca: «Fue una alegría inmensa y sentí mucho orgullo hacia el equipo. Nos clasificamos cuartas al Final Four y creo que no éramos candidatas para las miradas de los demás; sin embargo, jugamos cada partido como si fuese el ultimo. Sabíamos que no iba a ser tarea fácil, pero el entrenador Gaby Gusso fue muy claro en plantear los juegos y nosotras supimos rendir bien. Trabajamos duro todo el año para llegar en el mejor estado a la parte final, dejamos de lado la fatiga muscular y mental, y más que nada jugamos en equipo. Desde las más chicas, que tratamos de aportar todo lo que podíamos para ayudar a las más experimentadas, y ellas que siempre se ponen el equipo al hombro. Confiar en la otra, alentarnos constantemente y nunca bajar los brazos. Todas esas cosas nos hicieron fuertes y así nos pudimos llevar el campeonato».
Cuenta por su parte Natalia, que juega de central: «La sensación de haber salido campeona es indescriptible; todo lo que dejaste, viviste, entrenaste, reíste y lloraste, te pasa por la cabeza cuando se escucha el ultimo pitido del juez. El abrazo con tus compañeras, entrenadores y familia es hermoso, te das cuenta que todo lo que te pasó en el año valió la pena. Te vas de la cancha con el pecho inflado y una sonrisa de oreja a oreja. Nuestra capitana, Romina Cossar, una vez nos dijo en una charla antes de jugar: ‘la que tengo al lado es familia, y a la familia nadie la toca’. Esa frase es lo que somos nosotras, sabemos el papel que cumplimos cada una dentro y fuera de la cancha, todas somos importantes y nos necesitamos si queremos ganar, no hay individualidades, Como toda familia, tenemos nuestras peleas y diferencias pero dentro de la cancha todas esas cosas se olvidan. Los objetivos se plantean desde el primer día de pretemporada, y desde ese momento se trabaja para conseguirlo. Los entrenamientos son en base a los partidos que tenemos que jugar y lo que cada jugadora tiene que mejorar».
Como buenas hermanas, se apoyaron en las respectivas finales. Natalia manifiesta sobre Sofi: «De los tres partidos fui a dos, el primero y el ultimo. Se me caía la baba (ríe) al ver que a la persona que amás le esta yendo bien en algo que le gusta. Te hace sentir orgulloso y te llena el corazón. Sofia es buena jugando al basquet, lo tiene en la sangre, y lo sabe. Este titulo que consiguió con Vélez me alegró el año. Se lo merecían ella y todo el equipo». Sofia responde: «Nati jugo una serie de tres juegos; el primero no pude verlo porque me entrenaba pero sí pude ir a los otros dos. Si bien ver voley no es algo que me divierta, cuando ella hace algún punto lo grito como si fuese la final del mundo. Mi hermana se rompe el lomo entrenando para mejorar día a día y cuando las cosas le salen en finales como esa se me cae la baba. ¿Y qué otra cosa más linda que verla festejando? Me hace emocionar mucho, así que siempre termino entrando a la cancha y voy corriendo a abrazarla».
Su padre cumplió un rol importante en este presente. Afirma Sofía: «Papá siempre nos dijo que hagamos algún deporte, no tenía que ser sí o sí basquet. Cuando empecé, no quería saber nada con que me enseñara. Ahora que crecí, siempre lo llamo para preguntarle algo, es una persona muy comprensiva y siempre tiene la palabra justa, no puedo desperdiciar todo lo que sabe y puede enseñarme. Si bien él hizo su carrera y yo planeo hacer la mía sin comparaciones, sería una tonta si no lo aprovechara sabiendo lo grande que fue y cómo hoy en día todos lo recuerdan con cariño». Agrega Natalia: «Yo creo que indirectamente tuvo influencia. Cuando sos chico siempre querés ser como tus papás, y yo quisiera ser por lo menos la mitad de lo que son ellos. Siempre nos inculcaron que hagamos deporte, mamá y papá, pero siempre pensando en la parte emocional porque ayuda a interactuar, a conocer, y a crecer. En lo personal, mi papá no me puede dar consejos de voley, no tiene muy afilado el tema, pero sí es un tremendo consejero, desde actitud en la cancha a cómo ayudar al equipo. Siempre nos enseñó que, no importa lo que pase, nunca bajemos los brazos, que el equipo está antes que uno, a comprometernos y disfrutar de lo que más nos gusta. Y eso es algo que me encanta de él: tiene experiencia pero sobre todo humildad y eso es la mejor de las cosas que nos puede enseñar. Todo lo que nos dice lo hace en el papel de jugador y después del lado del padre».
Sobre sus inicios deportivos, Natalia recuerda: «Empecé gracias a una amiga de mis padres y a mi papá, que me llevó al Club Morón donde era entrenador de basquet. En esa época yo tenía 14 años y no quería saber nada. Me insistieron tanto que fui, pero con ojotas, algo que a los entrenadores no les importó mucho: me llevaron con el grupo de chicas que estaban entrenando y me sumaron. Desde ese día no falté más. Al principio porque me encantó el grupo de chicas, me sentía cómoda. Y después porque les fui tomando el gustito a los entrenmientos». Sofia rememora: «Mis comienzos fueron en el Club Teléfonos, a los 9 años. Un día acompañé a papá a un entrenamiento y Martín, el entrenador, me preguntó si quería probar algún día; al martes siguiente fui y me re enganché. A los 11 me fui a Velez por una cuestión de cercanía ya que vivía en Marcos Paz. Es un club muy competitivo que siempre apunta alto y eso esta bueno».

FUENTE: Clarín

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