Carta abierta a la ciudad de Tostado
Escrita por Mario Vallejos, padre de Luciana, una de las siete docentes que perdieron sus vidas en el accidente del 27 de mayo junto al chofer de la combi que las conducía a sus lugares de trabajo.
Pasados unos días de la tragedia que se llevó la vida de mi querida hija Luciana, siento la necesidad de dirigirme al pueblo de Tostado para transmitirle en mi nombre y el de mi familia el más sincero y profundo agradecimiento por todo el acompañamiento en tan difícil circunstancia, desde el hospital, sus médicos y enfermeros; el personal policial y bomberos, todos quienes no sólo demostraron profesionalismo, sino un calor humano de contención impresionante ante la magnitud de la tragedia. Al Ministerio de Educación, al Club Atlético Tostado, a la Municipalidad de Tostado, a la Cooperativa de Agua Potable, AMSAFE, SADOP, a los medios de prensa y a todas las muchas instituciones y personas que estuvieron al servicio de nuestras familias. A mi familia y amigos siempre en las buenas y malas.
Quiero detenerme especialmente en la población que dio muestras profundas del dolor compartido en las cientos de personas que nos dieron sus condolencias, pero por sobre todo el enorme respeto con que fuimos tratados y el sobrecogedor silencio de la ciudad que lloró en un enorme abrazo que jamás olvidaré.
Desgarrados nuestros corazones, sin palabras que traigan consuelo por la ausencia de nuestra Luciana y las queridas maestras que algún momento fueron compañeras. El Silencio en las aulas, el desconsuelo de sus alumnos y la congoja de sus colegas, mostraron las profundas huellas que dejaron en nosotros.
Ahora es momento de pensar que hay que reformar legislaciones para que las maestras y muchos trabajadores lleguen con vida a su trabajo, ni la niebla, ni las tormentas, ni los estrictos horarios y reglamentos pueden valer más que la vida. Esta lucha será mi tributo y mi compromiso.
Este domingo celebraremos el Día del Padre, no habrá festejos, sólo una gran tristeza y un enorme vacío en nuestra mesa. Pero queda el consuelo del mejor regalo que me dejaste: tu solidaridad con los que menos tienen, el amor por tu familia y tu compañerismo de maestra… que más puedo pedir.
Imagino a José María conduciendo por los cielos a sus maestras camino a la escuela de sus sueños y espero… espero a Miguel para abrazar en él las esperanzas de la vida.
Descansa en Paz hija mía, yo cuido tu sueño. Descansen en Paz compañeras maestras. Y ahora vamos, vamos que suena la campana y nuestros alumnos esperan.
Gracias por todo.-
Mario Vallejos