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Un niño fue agredido cuando vendía alfajores para pagar el alquiler


EN TOSTADO

Un niño fue agredido cuando vendía alfajores para pagar el alquiler

Tiene 11 años y diariamente vende alfajores de maicena que produce su mamá. “Tengo que juntar para pagar el alquiler”, decía entre sollozos luego de haber sido víctima de la agresión de otras 3 menores –de entre 8 y 13 años-. La semana pasada, había encontrado 1000 pesos y los devolvió.

Se llama Juan. Por la mañana asiste a una escuela primaria aunque la última semana no concurrió por no tener zapatillas. Siempre es visto en zona de las entidades bancarias locales donde tímidamente ofrece a quienes lo escuchan una bandeja de alfajores de maicena a un costo de 10 pesos.

Es el segundo de 5 hermanitos; antes esta otro de 13 años, le sigue uno de 9, otro de 6, y un bebe de 18 meses.

Juan tiene un papá que se la rebusca en “changuitas”. La mamá se queda en casa y fabrica los alfajores que luego él tiene que vender para ayudar en la economía familiar. Los ingresos fijos son 800 pesos de Asignación Universal por Hijo –se percibe el cobro solo de tres-, y la pensión 5110 del padre. Pero el dinero no alcanza, y no es momento de cuestionamientos.

La situación empujó a Juan a la calle, donde por las tardes se acerca a los vecinos de la ciudad, y les pregunta si quieren comprarle sus alfajores. A veces la venta es buena, otras vuelve a casa con varias bandeja.

Esta semana la meta de Juan era vender la mayor cantidad posible del producto que ofrece para “juntar para el alquiler”. Desde hace 5 meses vive junto a su familia en una vivienda bastante precaria donde todos los meses deben abonar 400 pesos.

Con este objetivo, el pequeño trabajador caminó las calles de Tostado hasta que por la tarde de este jueves llegó a la zona donde suele estar, a las puertas de los cajeros automáticos. Sin ser invasivo, Juan solo se queda allí y pregunta; algunos a veces ni voltean a verlo, otros brindan una respuesta, en tanto que para alegría de Juan, algunos extienden la mano para comprarle sus alfajores.

Pero no fue una tarde más. Tres niñas de entre 8 y 13 años se acercaron a Juan; comenzaron a empujarlo, a tironearle la bolsa en la que llevaba sus preciadas bandejas. Hubo insultos, tirones de pelos para con el niño y una de ellas resolvió quitarle media docena de alfajores, no para comerlas, sino para rompérselas en la cara y luego retirarse hacia el banco de la plaza para observar la tristeza de su víctima.

Con lágrimas el pequeño se alejó; las burlas que se escuchaban del sector de las ahora agresoras, advirtieron de la situación al personal de Canal 2. Ante el panorama, las menores huyeron. Lo primero fue contener al pequeño, lo segundo llamar a la policía.

Cabeza abajo, con el rostro oculto por su cabello, Juan lloraba. Insistía en seguir vendiendo “para pagar el alquiler”. Tras contar reservadamente la historia de su familia, accedió a ser acompañado hasta su casa con un integrante del medio local junto al personal policial.

“Mamá llegué, viene gente del Canal”, se escuchó tras la cortina en la puerta. Al rato salió la madre junto a su hijo que seguía sosteniendo la bolsa con sus bandejas.

La madre escuchó lo que pasó y coincidió en reducir el horario de Juan en las calles. Dijo que recibieron un terreno pero que no tienen para construir “una pieza” para poder dejar de alquilar. Contó que su esposo trabaja “cuando se consigue” y ella arma las alfajores que luego su hijo sale a vender.

“No nos alcanza, no tenemos ni mercadería, ni leche, ni pañales, estamos mal” reveló.

La historia de muchos

La historia de Juan, es la historia de muchos otros niños. Algunos venden pan, otros facturas, verduras.

Otros niños se la rebuscan de otra manera: juntan botellas, objetos que puedan vender para juntar algo de dinero y cooperar en la economía familiar.

Todos estos pequeños valientes quedan expuestos, como fue el caso del niño que semanas atrás fue golpeado en al basural

Estos niños trabajadores cargan con responsabilidades, a veces impuestas otras no.

¿Qué se hace ante estos casos?¿Quién rescata a estos niños?¿quién se ocupa de ellos?. La policía no tiene la facultad y no corresponde que lo haga pero intenta cuidarlos en la calle.

¿Y qué de las agresoras?. Son también tres niñas: una tiene 13, otra 10 y la más chica 8; “siempre están en la calle” nos confesó un oficial.

¿Hasta cuándo el silencio ante estas historias?¿cuánto más los niños soportarán que los adultos miren al costado?¿qué punto de agresión expresarán contra sus pares aquellos que tal vez son presa fácil de las cobardes conductas violentas de quienes se supone, deben protegerlos?¿dónde están los derechos de los niños?

Mientras se suman interrogantes, se siguen sumando rostros con lágrimas que se sienten culpables y responsables de lo que pasa.

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